Las memorias de la Guerra Civil española siempre han sido problemáticas. Han circulado por una seria de fases que pueden ser conectadas con la inmediata postguerra, la segunda mitad de la dictadura franquista, la transición a la democracia, y el periodo del nuevo milenio. Estos cambios temporales se manifiestan también en los cambios de sujetos, modos y formas de conmemoración: los espacios y lugares de la memoria, los muertos que se recuerdan o se olvidan, memorias de la represión, los medios privados y públicos de transmisión de memorias en España, las memorias del hilio, y las conmemoraciones transnacionales de la guerra.
Las entradas de esta sección muestran la naturaleza cambiante de esos aspectos de las memorias de la Guerra Civil desde finales de los años treinta. Las discusiones sobre el cambio del nombre de calles y memoriales a los caídos en la guerra nos recuerdan la importancia de la inscripción de la memoria en los paisajes, ciudades y pueblos y no solo donde batallas y otros eventos mayores tuvieron lugar, sino que también aspectos de la vida cotidiana a nivel nacional o de comunidad. La atención a los individuos cuyas muertes son recordadas u olvidadas, y el destino de las víctimas cutas historias han sido borradas de la memoria colectiva o cultural, nos dicen mucho sobre la exclusión política y social que siguió al conflicto. Pero la supervivencia, la transmisión privada y la reivindicación pública de las memorias de esas víctimas es también la historia de la capacidad de la memoria para reivindicar la enmienda de crímenes históricos y atrocidades.
En el periodo de la inmediata postguerra, las iniciativas de memoria de la dictadura reforzaron la victoria de Franco y descalificaron a los vencidos de cualquier presencia en el horizonte de la memoria nacional. Esta aproximación se relajó, pero no cambió sustancialmente, en la segunda mitad de la dictadura. Como resultado, mientras que el valle de los Caídos, inicialmente planeado para glorificar a los muertos de los rebeldes, pudo ahora contener restos de los caídos de ambos bandos, aunque se trate de un monumento que nunca ha sido neutral y sigue siendo foco de una muy justificada polémica.
Durante la transición a la democracia, la memoria de la Guerra Civil fue una lección latente para el consenso político, como el primer discurso del rey Juan Carlos I, que fue un homenaje a todos los caídos de España, ya demostró. Esto no impidió nuevas investigaciones sobre la guerra ni iniciativas locales y comunitarias que proponían nuevos sujetos de la memoria, incluyendo el cambio en el nombre de calles y algunas primeras exhumaciones de fosas comunes de la guerra.
En torno al cambio de milenio, un nuevo ímpetu para rectificar los vacíos en a la memoria pública movió la atención hacia aquellos cuyas vidas, muertes y sufrimientos durante la guerra y en la inmediata postguerra habían sido silenciados. En particular, hemos visto la recuperación y dignificación de los restos de algunas víctimas de la represión franquista, enterrados en fosas comunes o agujeros junto a las carreteras desde los años del conflicto, aunque muchos lugares están aún por excavar. Las experiencias de los maquis que continuaron la lucha después del final de la Segunda Guerra Mundial, de los exiliados como por ejemplo los niños vascos enviados al Reino Unido durante la guerra, de los cuales no todos retornaron, son ahora recordados en producciones culturales y mediante la creación de archivos especiales. Finalmente, la guerra es un evento de significancia internacional que es recordada en muchos lugares del mundo.