La guerra civil española se inició con la sublevación de las tropas coloniales en el Protectorado español en Marruecos el 17 de julio de 1936. Al día siguiente se produjo la sublevación de los militares implicados en las provincias vascas, como en el resto de España. En unos lugares triunfó como en Álava y Navarra, y en otros fracasó, como en Bizkaia y Gipuzkoa.
La polarización política española que se percibía en los dos bandos de la guerra, en el País Vasco se presentaba en forma de triangulación. Por una parte, los sublevados, hegemonizados por el carlismo. Por otra, las organizaciones políticas y sindicales de centroizquierda e izquierda que apoyaban al Gobierno de la República. Y un tercer bloque representado por el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Estos últimos pasaron de su alianza con el carlismo en 1931 a su apoyo al Gobierno junto con las fuerzas de izquierda en 1936.
La Constitución española de 1931 abrió la posibilidad de acceder a la autonomía de las regiones. En el País Vasco el proceso para la aprobación de un estatuto de autonomía se inició en 1931, pero dada la falta de acuerdo entre los partidos acerca de su contenido no fue posible su aprobación hasta el 1 de octubre de 1936, tras el inicio de la guerra. El 7 de octubre fue elegido el primer Gobierno vasco de la historia, presidido por J.A. Aguirre (PNV). Esto supuso la implicación del PNV en la guerra contra los sublevados.
Al tiempo que se desarrollaba el conflicto bélico se inició la construcción de la administración autónoma vasca que abarcaba la intervención en la industria, la sanidad, la educación, los transportes, la policía e incluso un ejército liderado por el Gobierno autónomo, que se resistía a participar de la estrategia de guerra diseñada por el Gobierno español.
La guerra fue breve. Los sublevados ocuparon Bilbao el 19 de junio y en las siguientes semanas el resto del territorio vasco. Ante esta situación el PNV llegó a un acuerdo con los italianos que luchaban con los sublevados para rendir el ejército vasco en Santoña (Cantabria), aunque no todos los combatientes aceptaron esta rendición y algunos continuaron luchando a favor de la República.