Misa en el frente para los gudaris
Repository: Euskadiko Artxibo Historikoa - Archivo Histórico de Euskadi
Date Created: 1936-10
Type: Photograph
Extent: 1 item
42.99118, -2.5543
Esta fotografía muestra la celebración de una misa en el frente para los gudaris del batallón Otxandiano. Vemos a soldados nacionalistas practicando el culto católico, celebrado por sacerdotes vascos, integrados en el cuerpo de capellanes del Ejército Vasco. La imagen refleja la singularidad religiosa de la Guerra Civil en el País Vasco. Aquí el catolicismo político y la Iglesia se dividieron profundamente ante la sublevación militar. A diferencia de lo ocurrido en el resto de España, donde la Iglesia bendijo a los sublevados y calificó su combate como Cruzada, en la Iglesia vasca se produjo una fractura. Un sector del clero, identificado políticamente con las derechas españolistas, se alineó con la postura de la jerarquía eclesiástica española. Otro sector, próximo al nacionalismo vasco, rechazó apoyar al bando sublevado. También hubo religiosos que no se identificaron con ninguno de los bandos enfrentados y trataron de mantenerse neutrales. Los horrores de la guerra fueron ahondando dramáticamente la fractura en el seno de la Iglesia vasca. La Guerra Civil en el País Vasco fue también una guerra entre católicos.
En la Euskadi autónoma, leal a la República y regida por el Gobierno Vasco desde octubre de 1936, se mantuvo con normalidad la vida religiosa. Mientras en la España republicana la Iglesia padeció una intensa violencia anticlerical, en el País Vasco no hubo persecución religiosa, entendida ésta como un ataque sistemático contra la Iglesia católica. Por eso, la Euskadi republicana se convirtió en refugio de sacerdotes que huían de la violencia anticlerical de otras zonas como Asturias o Santander.
En el País Vasco la victoria franquista impuso una intensa represión contra el sector del clero considerado desafecto al Movimiento Nacional. El obispo de la diócesis de Vitoria, Mateo Múgica, tuvo que salir de España en octubre de 1936 por presiones de la Junta de Defensa Nacional que lo consideraba excesivamente tolerante con los católicos abertzales. En esa misma época los sublevados fusilaron en Gipuzkoa a 16 sacerdotes, acusados de ser “separatistas”. Parece que las gestiones del cardenal Gomá ante Franco evitaron nuevos fusilamientos, pero el proceso de depuración de la Iglesia vasca continuó. En torno a un centenar de sacerdotes fueron juzgados por tribunales militares, muchos de ellos condenados a años de prisión. Centenares de curas fueron desterrados. Otros muchos huyeron al exilio temiendo la represión franquista.
Tras la expulsión del obispo Múgica, la dirección de la diócesis fue provisionalmente asumida por el nuevo vicario general José A. Pérez Ormazabal y desde septiembre de 1937 por Javier Lauzurica, administrador apostólico hasta 1943. Ambos trataron de incorporar a la Iglesia vasca al Movimiento Nacional y colaboraron con el Nuevo Estado en la represión del clero desafecto. Al acabar la guerra, en el País Vasco se había creado una Iglesia de vencedores y vencidos.
FMR/ UB/ MJ