El Exilio

Las guerras provocan exilios. La contienda civil española comenzó a crear exiliados ya desde sus primeros días. Muchas personas, desde conocidos intelectuales hasta gentes más modestas y anónimas (no sabemos cuántos), salieron del país para escapar de la violencia desatada y en particular de la represión, o para evitar ser llamados a filas. Otros se escondieron o vivieron en una suerte de exilio interior, intentando desentenderse de una realidad que rechazaban.

Los avances de los ejércitos rebeldes comenzaron a producir los primeros grandes movimientos de exiliados, desde niños que se enviaban al extranjero para ponerlos a salvo de las bombas, a civiles y tropas republicanas que temían por sus vidas ante lo que sabían eran inexorables políticas de depuración y a veces de exterminio de los franquistas. Este fue el caso de quienes huyeron del derrumbe del frente norte en la segunda mitad de 1937.

El gran movimiento de exiliados se produjo en 1939. Entre enero y febrero de 1939, en la llamada Retirada, cuando Cataluña fue tomada por los rebeldes, salieron hacia Francia unas 450.000 personas. Luego, a finales de marzo, al acabar los combates, otros miles de republicanos más consiguieron llegar a los puertos de Norte de África francés. Muchos de estos exiliados acabarían en América.

Los partidos políticos estaban muy divididos pero la experiencia de los exiliados fue compartida. Campos de concentración para los hombres y muchas mujeres y niños, miedo para todos. Luego vino el enrolamiento más o menos voluntario en el ejército francés de decenas de miles de hombres, la derrota, la continuación de la lucha en las tropas de la Francia Libre, en la Resistencia o el ejército británico. 

Otros acabarían en los campos de exterminio. El 24 de agosto de 1940, un convoy con 927 españoles a bordo fue enviado por las autoridades de Vichy a Mauthausen con el beneplácito de las autoridades franquistas. Fue el primer tren con deportados a los campos nazis desde un país de la Europa occidental.