“Pepito. A mi hermano”

La amplia mayoría de los fallecidos en la Guerra Civil fueron españoles y españolas, pero hubo también miles de muertos de otras nacionalidades, hombres que perdieron su vida en España o en los campos de confinamiento franceses, a causa de sus heridas en la guerra o sus enfermedades. Uno de aquellos hombres fue el paraguayo José Durá Campos, conocido en su familia como “Pepito”, que falleció el 8 de septiembre de 1939 en Gurs, donde sus camaradas paraguayos le cuidaron hasta su último aliento. Pepito había abandonado muy joven la ciudad de Asunción, y ya vivía en España y en 1936 se integró en la unidad de Carabineros tras la sublevación militar.

El documento que puede leerse aquí es un poema que el hermano de Pepito le escribió, y que no vio la luz hasta 1988. Vicente Durá Campos, hermano de José Durá Campos, que también participó en la contienda apoyando al Gobierno legítimo republicano, y que fue uno de los pocos supervivientes entre los brigadistas paraguayos. Acabada la guerra, y después de haber fallecido su hermano, Vicente Durá decidió regresar a Paraguay, donde tuvo que vivir en la clandestinidad, porque la vida en este país para los izquierdistas no fue, ni mucho menos, una experiencia fácil en los cincuenta años que van desde 1939 a 1989. Por temor a la represión política o al aislamiento social, ni Vicente ni su familia se atrevieron a poner en conocimiento de las autoridades paraguayas que éste había participado en la guerra española en el bando democrático, por lo que también tuvo que ser silenciada, hacia fuera de la familia, la vida de Pepito y su muerte.

En 1988, poco antes de fallecer y mientras Paraguay todavía vivía en la terrible dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989), Vicente Durá Campos, siendo ya muy mayor, decidió que era el momento de recordar a su hermano. Lo hizo publicando estas líneas que pueden leerse en el documento, poema que tituló “Pepito, a mi hermano”, recogido en la obra Evocando Huellas. Incluye estas estrofas.

Larga guerra fratricida 

arrasó a Pepto, hermano mío. 

Sepulatado entre montañas 

insensibles a sus ansias libertarias. 

Cayó combatiendo adversidades. 

La metralla de las fuerzas mercenarias 

Lo arrastró, desde el Ebro catalán 

hasta el confín de la esperanza, 

en los Montes Pirineos, 

que cruzó en el seno de columna trashumante 

su destino se cumplió.

ETB