Relación de prisioneros italianos en la cárcel de San Miguel de los Reyes, Valencia
Durante la batalla de Guadalajara casi cuatrocientos «legionarios» italianos fueron hechos prisioneros por el ejército republicano. Aparte de los documentos que se encontraron entre sus pertenencias, convertidos en pruebas irrefutables de la ayuda fascista, este hecho tuvo otras importantes consecuencias. La orden del ministro Ciano de pasar por las armas a todos los «renegados italianos» fue revocada en vista de eventuales canjes de prisioneros. Además, los prisioneros en poder de los republicanos se convirtieron en un problema para el régimen fascista. Para ellos no valía el discurso patriótico ensalzando a los caídos; todo lo contrario, su mera existencia constituía una mancha en el honor del CTV y sobre ellos recayó la sombra alargada de la sospecha, la cobardía o la deserción. Es verdad que algunos de ellos pasaron a colaborar con sus captores, escribiendo en el periódico de la Brigada Garibaldi, Il Garibaldino, o en Radio Barcelona, donde se hicieron populares las alocuciones en italiano del ex “camisa negra” Mario Santini.
A través de la Cruz Roja y luego del servicio del Socorro Rojo Internacional, puesto en marcha por los comunistas Luigi Longo, inspector general de las Brigadas Internacionales, y el comisario político Ilio Barontini, la mayoría de estos prisioneros lograron contactar con sus familias, poniendo fin a meses de angustia. Las autoridades republicanas no censuraron los mensajes, en general unánimes al contar el buen trato recibido, incluso cuando contenían declaraciones de fe fascista, pero su lectura permitía evaluar su estado de ánimo y el de sus familiares en Italia.
Encargado de examinar las cartas, Carlo Rosselli descubrió que los soldados italianos no eran sino campesinos y obreros obligados a alistarse a la fuerza o por la fuerza de las circunstancias, atraídos por la paga o que habían sido engañados, porque era a Abisinia adonde querían ir, y concluyó que «la inmensa mayoría de estos jóvenes enviados a combatir en España contra la causa del pueblo no es responsable». El comunista Giuseppe Alberganti, encargado de la tarea de reeducación política de esos prisioneros, redactó un informe en el que resultaba evidente su origen social: 51 jornaleros y 17 pequeños campesinos, 42 peones y 32 albañiles, trece carreteros, once carpinteros, once zapateros, nueve mecánicos, nueve panaderos y ocho sastres, entre otros oficios manuales, frente a once empleados, tres contables, dos radiotelegrafistas y solo un universitario.
Las autoridades italianas reaccionaron vigilando la correspondencia y los Carabineros llegaron incluso a detener a familiares y a retirarles las pagas que les correspondían. En noviembre de 1937 una mujer escribía desde Agrigento a su marido prisionero: «Me han quitado también el subsidio y ya no tengo qué dar de comer a nuestros hijos, que están en la calle».
FJMS