Brigadistas canadienses cruzando el Ebro
Repository: Library and Archives Canada, Ottawa
Repository: MacKenzie-Papineau Battalion Collection
Source:
Reference Code
3620191
Date Created: 1938
Type: Photographs
Extent: 1 item
El 25 de julio de 1938, en un ataque sorpresa, el Ejército Popular cruzó el río Ebro. Así comenzó la batalla más larga y dura de la Guerra Civil que, cuando terminó a mediados de noviembre, se saldó con unas 100.000 bajas entre ambos bandos. La batalla fue el canto de cisne del ejército de la República que luchó con más habilidad y quizás con más determinación que nunca, pero que acabó perdiendo debido a la gran superioridad en material del enemigo.
El cerebro del cruce del Ebro fue el general Vicente Rojo. Su plan era sencillo y audaz. Cruzar el río, avanzar rápidamente y embolsar a cuantas más tropas enemigas se pudiese. De esta forma se abriría un gran boquete en las líneas rebeldes que obligaría a Franco a parar la ofensiva contra Valencia y desplegar todas las fuerzas que pudiese juntar en el Ebro. Pero además, el plan tenía una intencionalidad política: mostrar a Francia y el Reino Unido que la República seguía combatiendo y que deberían contar con ella en lo que ya se vislumbraba iba a ser, más temprano que tarde, su confrontación con Hitler. Por desgracia para la República esta última esperanza era infundada. En plena batalla del Ebro las potencias democráticas desaprovecharon su última oportunidad para desestabilizar a Hitler y, por contra, consintieron en el llamado Pacto de Múnich del 30 de septiembre de 1938 a que el dictador alemán comenzase a desmembrar Checoslovaquia. En vez de enfrentarse a Hitler, los franco-británicos le hicieron más fuerte.
Mientras tanto en el Ebro, el rápido avance republicano y el caos franquista terminó a los pocos días de iniciada la ofensiva. Franco acumuló en el frente del Ebro todas las tropas, la artillería y la aviación que pudo, en una concentración de medios sin precedentes en la guerra, para contraatacar empezando el 6 de agosto. Sus tropas atacaron muchas veces más, pero sus avances fueron muy difíciles por la resistencia tenaz de los republicanos en un terreno montañoso muy propicio para la defensa. Mientras tanto, la aviación italiana y alemana comenzaron otra oleada de ataques a poblaciones de todo el Mediterráneo que dejaron centenares de víctimas civiles.
Si hubiese sido un buen estratega, Franco habría fijado a los republicanos contra el río y lanzado el resto de sus tropas para conquistar la casi indefensa Cataluña. Sin embargo optó por la táctica más segura y costosa: la guerra de desgaste con avances frontales precedidos o acompañados por ataques masivos de artillería y aviación. Al mismo tiempo, sus aviones intentaron continuamente destruir los puentes sobre el río construidos por los ingenieros republicanos. No lo consiguieron. La táctica de Franco costó vidas en ambos bandos y prolongó la batalla varias semanas.
La ofensiva final contra las posiciones republicanas comenzó el 30 de octubre. Muy desgastado, pero en orden, el Ejército Popular cruzó el río hacia sus posiciones de partida el día 15 de noviembre. La batalla había terminado. Poco quedaba ya del ejército republicano en Cataluña. No tenía material de guerra para seguir luchando (la frontera con Francia llevaba cerrada desde junio); mientras que las tropas del dictador seguían recibiendo suministros para reponer lo perdido. La suerte de Cataluña y de la República estaba echada.