I condottieri: Benito Mussolini e Adolfo Hitler
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Colección personal del autor
Date Created: 1935-05-08
Type: Newspaper
Extent: 1 item
45.46419, 9.18963
En mayo de 1938, Adolf Hitler viajó a Roma para encontrarse con Benito Mussolini. Achille Beltrame, dibujante de la edición dominical del Corriere de la Sera entre 1899 y 1944, plasmó esta visita en la portada del 8 de mayo de 1938.
Al demostrar que era posible subvertir el orden económico y social, la revolución soviética trastocó la política europea. El pánico hizo que muchos ciudadanos de mentalidad conservadora abandonaran los principios políticos liberales. A cambio, se aferraron a creencias y valores que percibían más sólidos y esenciales, como la religión o la autoridad. Las amenazas que traían los nuevos tiempos requerían nuevos discursos, nuevas estrategias para conjurar el caos. La libertad del individuo y sus derechos o el parlamentarismo y la pluralidad política parecían inútiles para sobrevivir en un mundo anárquico.
También creyeron que solo la violencia preservaría el orden. Los partidos de la nueva derecha radical organizaron escuadras de militantes armados para liquidar las huelgas fabriles, las agitaciones campesinas o luchar contra las organizaciones obreras sospechosas de perseguir objetivos revolucionarios. Partidos y sindicatos obreros crearon sus propios grupos para defenderse de las agresiones y atacar, a su vez, a sus enemigos. Las armas circularon sin freno y la violencia entre los grupos fascistas o fascistizados y los antifascistas se hizo cotidiana.
La revolución soviética, en tanto que vorágine capaz de derribar el orden burgués, fue bien acogida inicialmente por las organizaciones obreras, aunque la deriva autoritaria bolchevique provocase pronto el rechazo de socialdemócratas y anarquistas. Sin embargo, la derecha contrarrevolucionaria y radical que se forjó entonces englobó en el término general de comunismo todo aquello que sonaba a revolucionario, ya se tratara de anarquistas, socialistas u otras familias marxistas. También a quienes se estimaba como sus colaboradores necesarios: los demócratas y liberales que les habían abierto las puertas.
A lo largo de la tercera década del siglo XX, el liberalismo y la democracia retrocedieron en el continente. Benito Mussolini y el Partido Fascista se hicieron con el poder en Italia en octubre de 1922; sendas dictaduras militares se instauraron en España y Portugal, respectivamente, en 1923 y 1926; casi todas las frágiles democracias surgidas en Europa central y oriental tras la descomposición de los grandes imperios devinieron en regímenes autoritarios. En marzo de 1933 Hitler asumió todos los poderes en Alemania.
El 14 de abril de 1931, en este contexto incierto e inestable, mientras el parlamentarismo liberal y la democracia retrocedían en Europa, tuvo lugar la proclamación de la Segunda República española.
MML