Bomba de pan
Repository: Centro Documental de la Memoria Histórica, Salamanca, Spain
Source:
Fond or Collection
Objetos Fondo Armero
Reference Code
0170
Date Created: 1938-10-03
Type: Propaganda
Extent: 1 item
Geographic Region: Madrid, Spain
40.4167, -3.70358
El 3 de octubre de 1938, la aviación franquista volvió a sobrevolar Madrid. Era una ocurrencia frecuente desde hacía casi 18 meses, cuando los rebeldes habían empezado a bombardear la capital desde el aire. Pero ahora, en vez de las bombas habituales los aviones soltaron 110 bolsas como esta, con los colores “Nacionales” y el texto se jactaba de que "En la España Nacional, ‘Una, Grande y Libre’, no hay un hogar sin lumbre ni una familia sin pan.” Se repitió la maniobra dos semanas más tarde, y luego en otras ciudades republicanas. Las bolsas eran bombas también, pero bombas propagandísticas llenas de pan.
Este acto de propaganda franquista puso el dedo en un problema clave al que se enfrentaron las autoridades republicanas, y no solo en Madrid, que comenzó con la guerra misma: la inmensa dificultad en abastecer a las grandes ciudades. Mientras muchas de las ciudades más importantes quedaron en manos de la República, los rebeldes se hicieron con el control de la mayor parte de las tierras agrícolas. Y mientras el conflicto se alargaba, el problema de abastecimiento iba agravándose, ayudado por el influjo de refugiados de territorios conquistados por los franquistas. Tampoco ayudó que muchas de las colectividades agrarias fueron reacias a vender sus productos a precios controlados por billetes republicanos de los que no se fiaban.
A través de carteles, panfletos, revistas, y otras formas de propaganda, las autoridades republicanas intentaron extender el mensaje de que cambiando su manera de comer y reduciendo su consumo, los ciudadanos ayudaban al esfuerzo bélico. También se impuso el racionamiento y se controló el horario comercial. La gente, o más bien las mujeres, tuvieron que pasar cada vez más tiempo en las colas, que en ocasiones no abandonaron incluso durante los bombardeos. Según el Instituto Nacional de Higiene, el consumo medio de los civiles cayó de 1.514 calorías en agosto de 1937 – ya por debajo del nivel de un adulto para mantener su peso - a 852 calorías en febrero de 1939. No sorprende que se vieran menos gatos por las calles de la capital.
Esta crisis de alimentación también contribuyó a socavar la fe en la capacidad de las autoridades republicanas y dio lugar a prácticas como el acaparamiento, el trueque de objetos por los alimentos, y al mercado negro. Pero cuando las madrileñas intentaban abastecerse en pueblos alrededor de la capital, las autoridades no les permitieron traer más de 15 kilos. La respuesta fue, como no, toda una serie de trucos para esquivar los controles. El tren de Arganda llegó a conocerse como “el tren del hambre.” La política del Presidente del Consejo Juan Negrín de resistir a ultranza produjo, entre otras cosas, a que se bautizaran las lentejas, el más importante de los alimentos que quedaron disponibles como las “píldoras de la Resistencia” o, con más sorna aun, las “píldoras del Doctor Negrín.”
No cabe duda de que la incapacidad de alimentar jugó un papel importante en minar la moral republicana y contribuyó al resultado final de la guerra.