El miedo a la repatriación
Source:
Archives Départementales de l’Aude (Carcassonne, Francia) (AD11), 007Dv001_010_035-038
Date Created: 1939
Type: Letter
Extent: 1 item
49.25495, 3.09093
Antonia Marcinaire y Francesc Torrades cruzaron la frontera con Francia al término de la Guerra Civil. Él fue internado en el campo de Bram y ella en un centro para civiles ubicado en Villers-Cotterêts, al norte de país. Procedían de i, donde había comenzado su noviazgo unos años atrás. Durante los primeros meses de exilio intercambiaron una intensa correspondencia a través de la que compartieron recuerdos, preocupaciones, alegrías y mucha esperanza. En esta carta, Antonia le contaba a Francesc que las autoridades francesas estaban forzando a volver a España a las mujeres solteras, viudas, o cuyos maridos no se encontraban en Francia. Como ellos no estaban casados, para evitar la repatriación, Antonia decidió fingir sobre su estado civil, declarando ante el alcalde del pueblo que estaba casada con Francesc y que, por tanto, “tenía la obligación de ir a donde vaya mi marido”. “Esta gente me hace mucho miedo –continuaba– que el día menos pensado nos llevan a nosotras con el Franco”.
Antonia y Francesc formaron parte del casi medio millón de personas que llegaron a Francia escapando de las tropas franquistas entre enero y marzo de 1939. Una vez allí, las autoridades francesas decidieron separar a la población civil (mujeres, niños y ancianos) de los hombres en edad militar. Internaron a los primeros en centros ubicados en distintas zonas del país, y a los segundos en las playas del Rosellón, que hicieron las veces de “campos de concentración”, como así fueron denominados por las autoridades y los propios españoles. El internamiento y la separación convirtió a los refugiados en sujetos significativamente vulnerables, expuestos al poder estatal y privados de redes afectivas y familiares con las que poder hacer frente al desarraigo, la incertidumbre y el miedo que lo inundaba todo.
Desde muy pronto, y especialmente una vez finalizada la Guerra Civil, el Gobierno de Édouard Daladier incentivó –cuando no forzó– las repatriaciones, ejerciendo una notable presión sobre las mujeres refugiadas, quienes fueron entendidas automáticamente como sujetos apolíticos. Por esta razón, las autoridades asumieron que no tendrían nada que temer bajo el régimen franquista y que podrían volver a sus hogares sin mayor problema. Sin embargo, las cartas que los refugiados comenzaron a recibir desde España contenían información velada acerca de la represión a la que estaban siendo sometidos los “vencidos” de la guerra, incluidas las mujeres y con independencia de que hubieran tenido responsabilidades políticas propias. De esta manera, refugiadas como Antonia Marcinaire se vieron obligadas a buscar estrategias como la de fingir estar casadas o incluso improvisar matrimonios con desconocidos para sortear la repatriación.
AMM