Aviones Breguet XIX
Repository: Archivo Histórico Nacional, Madrid, Spain
Repository: Causa General
Source:
Reference Code
ES.28079.AHN//FC-CAUSA_GENERAL,1547,Exp.1,N.182
Date Created: 1923
Type: Airplanes
Extent: 1 item
Geographic Region: Billancourt, France
48.83173, 2.23737
España se mantuvo neutral en la Primera Guerra Mundial. Su experiencia bélica reciente quedó reducida a la Guerra de Marruecos (1909-1926). Este hecho, además de que el país no tenía enemigos exteriores evidentes y su débil economía, condicionaron la situación del ejército.
El ejército español en 1936 era ineficaz para un conflicto exterior. Contaba con cerca de 170.000 efectivos a los que había que sumar unos 67.000 miembros de las fuerzas de orden público. Para dar una idea comparativa, era más chico que el ejército colonial francés, y desde luego estaba mucho peor armado. Apenas contaba con 1600 camiones y otros medios mecánicos, incluyendo una decena de tanques Renault Ft-17 de la Primera Guerra Mundial. La artillería estaba compuesta sobre todo por piezas del calibre 75, que también habían sido la más utilizada por los franceses en la Gran Guerra. Prácticamente no había artillería antiaérea. Esta escasez de medios también afectó a la Aeronáutica, que en 1936 tenía 53 cazas, casi todos Nieuport-Delage NID 42 y unos 100 aviones de reconocimiento Breguet XIX. A estos había que añadir algunos hidroaviones. Todos ellos, salvo algún avión de transporte, eran aviones biplanos que habían quedado muy obsoletos.
El español era un ejército basado en la infantería ligera, pobremente apoyada por la artillería, y de escaso valor en las nuevas concepciones tácticas que se estaban planteando en esos años, sobre todo en Alemania y la Unión Soviética, basadas en grandes masas de material blindado apoyadas por una aviación potente. Esta pobreza en la fuerza militar también afectaba a la doctrina. En 1936, las tácticas defensivas del ejército francés todavía tenían un alto prestigio. El problema en España es que carecía este tanto de los hombres como del material para implementarlas. Tampoco, a diferencia de Francia, tenía un enemigo terrestre obvio. Lo que sí tenía era un enemigo potencial en las tribus del norte de Marruecos, y por eso el ejército estaba preparado para guerras de infantería de escasa dimensión, en la que las tropas avanzaban en forma de columnas contra masas pequeñas, pobremente armadas, sin aviación y a menudo desperdigadas.
En realidad, el único enemigo realmente peligroso de España en los años treinta sólo podía ser Italia, dadas las aspiraciones imperiales de Benito Mussolini, que incluían una velada intención de tener una base en las Islas Baleares, quizás ocupando una isla. En esos momentos, Italia, a diferencia de España, tenía una marina muy potente y una fuerza aérea todavía puntera, y, se suponía, una infantería bien equipada y entrenada. Contra esta amenaza España solo podía utilizar su proximidad diplomática con Francia y el deseo británico de mantener Italia a raya en el Mediterráneo.
Todos estos factores, tipo de ejército, su armamento y doctrina, más las relaciones exteriores de España, se pusieron en marcha en julio de 1936. No es por casualidad que las unidades militares peninsulares actuaran con poca eficacia, perdiendo a veces batallas urbanas con la Guardia Civil, la Guardia de Asalto y las milicias; que la aviación republicana fuese incapaz de bloquear el Estrecho de Gibraltar, sobre todo cuando llegaron los primeros aviones alemanes e italianos; que las tropas de África avanzasen hacia Madrid en columnas; y que los italianos estableciesen en Mallorca su principal base en España. La intervención extranjera cambiará tanto el armamento como la forma de hacer la guerra de los ejércitos españoles.