Mario Bosch Vergara
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Este es el diario de mi padre desde el año 1937 hasta 1938. Fue capitán en el ejército republicano. Mi padre murió en 1983 sin que me hubiera hablado nunca de este diario. Tras morir, mi hermano lo encontró entre los papeles de recuerdos que tenía en un armario.
Mi padre fue herido en combate y posteriormente hecho prisionero, pasando tres años en un campo de concentración del que salió pesando 43 kilos y enfermo de tifus. Durante años estuvo teniendo que presentarse a las autoridades periódicamente. No estuvo escondido y únicamente tengo noticia de que en algunas ocasiones se reunió en el terrado de la casa de Barcelona con otros vecinos en reuniones clandestinas, a lo cual se opuso mi madre por el miedo a las consecuencias. Alguna vez me contó alguna cosa de la guerra, de cuando tuvieron que hacer una marcha prisionero, sin comida y que una mujer de un pueblo por el que pasaron les llamó a él y a un compañero para que comieran un plato de garbanzos. Recuerdo su expresión de agradecimiento cuando me lo dijo. O del momento en que nombraban las listas de compañeros que ya no volvían al campo de concentración y cómo lloraban. O los castigos que aplicaban sacando a uno de cada diez de la formación de prisioneros. O cuando me habló de la huelga de tranvías de Barcelona en 1951 con la cara ilusionada. Y como se negaba a nombrar el 1 de mayo como día de San José Obrero tal y como lo definía el franquismo: "Es el día del trabajador, no San José"
Era para tener miedo. Recuerdo que en el año 1960 (veintiún años después de haber terminado la guerra civil) yo tenía 8 años y, estando en el colegio de las Escuelas Pías de San Antonio Abad en clase de geografía (que impartía un capitán de caballería retirado), entró en clase el director acompañado por dos personas y nos dijo que nos iban a llamar por orden alfabético para hacernos unas preguntas. La pregunta era en qué bando había estado en la guerra mi padre. Mi hermano, que era nueve años mayor que yo, años después me contó que cuando llegué a casa y lo conté se quedó lívido y me preguntó que qué es lo que había contestado (que era en el ejército republicano). No hubo ninguna represalia que sepamos. Supongo que hacían estas cosas para recordar a la población civil que seguían vigilando, manteniendo el miedo. Mi profesor de francés era un refugiado de esa nacionalidad huido de su país por su ideología nazi.
Este era el ambiente en el que vivía un niño en la Barcelona del inicio de los años sesenta.