Violencia de género
Creator: Art al Quadrat
Date Created: 2017
Type: Photograph
Extent: 1 item
Geographic Region: Sagunto, Spain
39.67929, -0.27865
Después de que los franquistas conquistaran el Levante, un grupo de hombres irrumpió en la casa de Mariana Torres Esquer en Sagunto y delante de su hijo de 14 años, le raparon la cabeza. Luego le hicieron atravesar las calles hacia el ayuntamiento donde la dejaron expuesta durante varias horas. El supuesto crimen de esta viuda fue tener a un hijo en el ejército republicano y otro en la cárcel en Burgos. El niño que fue testigo del asalto guardó la trenza de su madre y la pasó como herencia a sus propios hijos. En esta foto sacada en 2017, se ve la trenza en las manos de uno de los nietos de Mariana.
Las mujeres en la retaguardia franquista sufrieron la misma represión que los hombres, pero sólo ellas tuvieron que aguantar castigos de género como la violación y, como Mariana Torres Esquer, que le rapasen la cabeza. También se dieron casos de castigos de género en la retaguardia republicana.
Rapar la cabeza de las mujeres fue una práctica extensa en la zona rebelde. Empezó casi en seguida después del alzamiento y siguió durante toda la guerra y hasta después. Los responsables fueron grupos de falangistas, carlistas, guardias civiles y otras fuerzas de orden público. No fue un castigo impuesto por los tribunales militares, aunque las autoridades sí intentaron regularlo. No hay estadísticas totales, pero las historias orales coleccionadas por el proyecto Nomes e Voces en Galicia y proyectos parecidos en otras partes de España dan una idea de su inmensa escala.
Se castigaron a las mujeres por muchas cosas. En algunos casos fue por sus propios actos, como ser activas políticamente, aun si fuera de manera menor. Una gallega fue rapada por haber llevado la bandera republicana en el desfile del 1 de mayo; otra por “habiéndosele cortado el pelo como se hizo con otras mujeres de ideas extremistas.” A otras, como Mariana Torres Esquer, las castigaron por lo que habían hecho los hombres de su familia, o por haber apoyado a esos hombres. En el caso de Amelia Canelas de Alcabre (Pontevedra) fue porque el sindicato del lugar se había reunido en un local que pertenecía a su padre.
A algunas mujeres les raparon la cabeza en su casa o en otro lugar cerrado, como el cuartel de la Guardia Civil o la sede local de la Falange, pero fue más común hacerlo públicamente como parte de un rito más amplio. A menudo se humillaba a las víctimas forzandolas a desfilar por las calles, parcialmente desnudas o llevando un cartel que anunciaba su supuesto crimen. Después, les hacían beber ricino y sufrir el bochorno de defecar de manera incontrolada mientras volvían a casa. Así, además de a las mujeres, se castigaba a sus maridos e hijos, padres y hermanos. Y mientras los cabellos volvieron a crecer, la memoria colectiva del castigo siguió viva, sobre todo en las comunidades pequeñas.