Insignia de camisa o de solapa representando a Francisco Franco Bahamonde
Creator: Fratelli Lorioli, Milano
Source:
Author’s personal collection
Extent: 1 item
45.46419, 9.18963
“Franco tiene las características que ha de reunir todo buen militar, que son: valor, inteligencia, espíritu militar, entusiasmo, amor al trabajo, espíritu de sacrificio y vida virtuosa”. Estos halagos podrían proceder de algún momento de la guerra civil o de la dictadura franquista. Pero fueron escritos en 1922, como prólogo a su libro “Diario de una bandera”, crónica de sus campañas en África.
Cierto es que prologuista, el entonces teniente coronel José Millán Astray, era un admirador incondicional. No en vano, el comandante Franco había sido su lugarteniente cuando creó la legión. Pero el texto refleja que entonces Franco ya era un militar reconocido.
Francisco Franco nació en Ferrol, el 4 de diciembre de 1892. Su padre, Nicolás Franco y Salgado-Araujo, capitán de la Armada, era un marino librepensador y algo tarambana que al comenzar el siglo dejó el hogar familiar. Su madre, María del Pilar Baamonde (el propio Franco añadió la h al apellido) fue una mujer conservadora, católica devota, y el referente familiar más influyente en su formación.
Franco quiso seguir la senda paterna en la marina e intentó, sin éxito, ingresar en la Escuela Naval de la Armada, fracaso que reorientó su carrera hacia la Academia Militar de Infantería, en la que ingresó en 1907. Fue un alumno mediocre: se graduó con el número 251 entre los 312 de su promoción. Quizás su carrera habría sido irrelevante de haber permanecido en la península, pero consiguió en 1912 el traslado a África, destino ambicionado por muchos oficiales pues las acciones bélicas permitían rápidos ascensos.
Metódico y sistemático, frío y calculador, pero también arrojado en el frente, Franco aprovechó la oportunidad para subir en el escalafón: llegó allí como alférez, poco después era teniente, en 1914 ascendió a capitán por méritos de guerra, en 1917 a comandante, en 1925 a coronel y en 1926 a general, con solo 33 años. La protección del rey Alfonso XIII y un sistema desbocado de promociones y recompensas por méritos de guerra fueron claves en su ascenso meteórico.
La formación colonial no solo determinó su rápida progresión. Como otros oficiales africanistas, allí aprendió un modo bárbaro y despiadado de hacer la guerra, sin reglas establecidas, donde el enemigo era considerado como un ser apenas humano hacia el que no cabía demostrar piedad.
Marruecos también dotó a los africanistas de un singular esprit de corps: muchos compartieron la certeza de integrar un grupo elegido de defensores de la patria, cuya misión providencial era protegerla del enemigo. Del enemigo exterior en África, del enemigo interior conforme regresaron a la península y hubieron de enfrentarse a conflictos de orden público.
Franco tendría ocasión de exhibir la dureza y la crueldad aprendidas en la guerra africana durante la huelga general de octubre de 1934 en Asturias. Desde Madrid, coordinó la liquidación de la rebelión y recomendó para ello el traslado de las tropas indígenas de Regulares y de la Legión que había mandado en África. La represión fue feroz, salvaje y desmedida.
Las tropas africanas también le acompañaban cuando cruzó el estrecho de Gibraltar hacia la península después de asumir su mando el 19 de julio de 1936. Y con ellas, las prácticas brutales de la guerra colonial arraigaron en la contienda civil.
MML






