Una experiencia de guerra. Francisco Pérez
Francisco Pérez Ponte, el joven de la fotografía, era un estudiante de A Coruña. En 1936, solo le faltaba un examen para completar su carrera de aparejador. Sin embargo, en octubre de ese mismo año, fue reclutado forzosamente por el bando sublevado, truncando sus aspiraciones profesionales. Tuvo que presentarse en la caja de recluta y enviado al a un batallón del Regimiento Zamora 29, en aquel momento destinado en León.
A lo largo de la guerra civil, Francisco combatió en varios frentes: Asturias, León, el fallido intento de toma de Madrid, y el frente de Aragón, hasta llegar a Vinaroz en la primavera de 1938, donde esperaba que su experiencia militar terminara, ya que la guerra parecía decantarse a favor del bando sublevado. Durante los tres años de guerra, mantuvo una correspondencia regular con su hermana menor, Dorinda, a quien intentaba tranquilizar con un tono optimista, a pesar de la dura realidad que enfrentaba. Por su parte, sus padres y hermanos sufrían en retaguardia las penalidades de la guerra, que comenzaban a hacerse presentes a medida que avanzaba el conflicto. Sin embargo, la intención, y lo refleja en todas sus cartas, era que sus hermanos estudiasen para que pudiesen tener un trabajo.
Después de la guerra, su padre viajó a Cartagena con la esperanza de encontrar algún rastro de su hijo. Sin éxito, solo pudo llevarse arena de la playa donde el barco se había hundido. Esta arena permaneció en la casa de Dorinda hasta su fallecimiento, cumpliendo su deseo de ser enterrada con ella, cerrando así el círculo de dolor y recuerdo. Fue, junto con el gorro de plato con el que juró bandera, el único recuerdo que les quedó. En la actualidad, sus restos siguen en una fosa común y su familio desconoce donde se encuentra.
FLC