Marruecos

Desde 1912 Marruecos había quedado divido en dos áreas de ocupación entre Francia y España. A esta le correspondió la parte norte del reino, el Rif y el Yebala. Era una zona muy pobre y de fuerte tradición guerrera, lo que hacías a sus hombres excelentes candidatos para mercenarios. En 1936, miles de soldados marroquíes servían en unidades de Regulares y de policía indígena. Estas unidades, junto a la Legión y otras conformadas por españoles, eran las mejor entrenadas y con más experiencia de combate del ejército. Por eso los conspiradores, cuyo núcleo más fuerte era precisamente Marruecos, les encomendaron el papel clave de trasladarse a la península y conquistarla, en especial la capital, que se preveía quedaría bajo control republicano.  

Esta misión cobró una importancia crucial cuando las tropas rebeldes del norte, comandadas por el general Emilio Mola, fracasaron a finales de julio en tomar Madrid. Ahora tendrían que ser los ejércitos del sur, comandados por Francisco Franco, quienes llevasen la iniciativa de guerra del bando sublevado. En contra de las previsiones optimistas de los rebeldes, el intento de toma de Madrid por el oeste por parte de Franco fue repelido a comienzos de noviembre.  

La guerra iba a ser larga y ambos bandos se esforzaban en reorganizarse y reclutar cuantos más hombres posibles. Ya para entonces, decenas de miles de marroquíes se habían enrolado en los Regulares y su fama de fiereza en el combate se había expandido por todo el país, después de su paso por Andalucía, Extremadura y Castilla la Nueva. No se sabe exactamente el número de estos mercenarios, pero fueron al menos 60.000 y quizás hasta 80.000, pero sí se sabe que sufrieron un número de bajas muy alto, unas 30.000 entre muertos y heridos. Eventualmente, estos soldados fueron agrupados en el llamado Cuerpo de Ejército Marroquí que, comandado por el general Juan Yagüe, tomó parte en las batallas más importantes de la guerra desde comienzos de 1938.