Emblemas del Auxilio Social
La primera experiencia pública de postguerra de muchos españoles con el Nuevo Estado implicó al Auxilio Social (AS), más concretamente a su sección Auxilio a Poblaciones Liberadas. Los documentales de la época muestran a los falangistas repartiendo comida entre las masas hambrientas de las poblaciones recién “liberadas”. Antes las graves carencias en la España hasta ese momento republicana, en Alicante, por ejemplo, doscientos falangistas fueron enviados desde Málaga para ayudar. Éstos se encontraron a “toda la población” en un estado de “espantosa miseria”. Y esto es lo que la propaganda de la dictadura publicitó, y multiplicó, hasta el extremo: los auxilios y alimentos que se servían en cada población para paliar el hambre causada por los “rojos”.
En realidad, el AS fue incapaz de cubrir mínimamente los problemas que pretendía resolver, dadas la propia realidad de postguerra y, eso no se suponía que estaba pasando, las tremendas necesidades a las que dio lugar la política económica franquista. Los números y la propaganda decían una cosa, la realidad, otra. Para octubre de 1939 el AS tenía una red de 2487 establecimientos por todo el país, al menos sobre el papel, ya que su funcionamiento podía ser muy dispar. En los Comedores Infantiles y las Cocinas de Hermandad las raciones que se servían eran menos, más pequeñas y de peor calidad que las proclamadas en la propaganda. Además, los locales, según sus propias inspecciones, llegaron a ser descritos como “infames” o de tener “un aspecto que repele”.
Otro elemento crítico del funcionamiento del AS fue su administración. Las denuncias sobre corrupción en provincias fueron un quebradero de cabeza constante para los dirigentes nacionales. El desvío de productos y alimentos hacia el mercado negro por parte del personal más inmoral y avispado hizo que la imagen pública de la delegación fuera francamente mala.
Otro aspecto que provocó recelos hacia la organización fue las cuestaciones. Esta forma de solicitud -más bien obligada- de colaboración popular nos ha legado multitud de cupones, insignias y emblemas. Los emblemas, ilustrados con un tema iconográfico variado, se vendían por diferentes cantidades. La presentación de estos emblemas era obligada para poder asistir a espectáculos públicos. Y es que el AS no tenía una partida presupuestaria asignada por el Estado: era una caridad impuesta a la sociedad por la dictadura.
Si el AS hubiese sido realmente efectivo, la España de postguerra no habría sufrido una hambruna tan extensa e intensa. El régimen solucionó el problema negando la existencia de esta y proclamando la gran labor social de aquél.
ORB