Portugal

No fue sólo la geografía lo que dictaminó que Portugal debería ser el país extranjero más inmediatamente afectado por la Guerra Civil española: la política también jugó un papel. El autoritario "Nuevo Estado" de António de Oliveira Salazar estuvo profundamente involucrado en los preparativos y el apoyo al golpe de Estado del ejército español de julio de 1936, e hizo lo que pudo, durante los años siguientes, para apoyar la campaña militar del general Franco. Refugiados españoles de todos los colores cruzaron la frontera en 1936 y fueron recibidos de maneras muy diferentes (y a veces inesperadas); los insurgentes reclutaron voluntarios portugueses, que pasaron a ser conocidos colectivamente como los Viriatos; los periódicos y las emisoras de radio portugueses se convirtieron en importantes conductos de la propaganda franquista; y, a nivel internacional, el gobierno de Salazar actuó de tal manera que protegiera los intereses de los insurgentes, especialmente en el contexto del Comité de No Intervención, en Londres.

La guerra en España provocó un aumento de la tensión política y la violencia en Portugal, y vio al Nuevo Estado avanzar decisivamente hacia una postura más fascista, equipándose con organizaciones como la Legião Portuguesa, una formación de milicia dedicada a erradicar a los oponentes del régimen. Estos también se vieron impulsados ​​por la resistencia de la República Española, lo que provocó una gran revuelta dentro de la Armada portuguesa y un atentado contra la vida de Salazar. Mientras tanto, el dictador concentró aún más poder en su persona: a finales de 1936 Salazar era Primer Ministro y Ministro de Finanzas, Guerra y Asuntos Exteriores. Salazar, que controlaba la diplomacia portuguesa, intentó servir como intermediario fiable entre España y el Reino Unido, papel que continuaría desempeñando durante la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, no hubo consultas con el país en general sobre cómo debería reaccionar Portugal ante los acontecimientos en España, pero hay indicios importantes de una simpatía generalizada hacia el asediado régimen republicano y sus partidarios.

El derrocamiento del Nuevo Estado, en 1974, ha hecho posible no sólo la investigación académica sobre el impacto de la Guerra Civil española en Portugal, sino también el reconocimiento de esa simpatía popular por la República española. Esto es especialmente cierto a nivel local, donde las autoridades municipales levantan monumentos a quienes, en Portugal, se enfrentaron al Nuevo Estado y su política española, en defensa de las libertades perdidas y de los valores humanitarios convenientemente olvidados.