Las dos Españas en la Exposición Internacional de París, 1937

Entre mayo y noviembre de 1937 París acogió la Exposición Internacional de Artes y Técnicas para la Vida Moderna, organizada por la Oficina Internacional de Exposiciones. El Gobierno español participó con un proyecto que remarcaba el progreso social alcanzado bajo el amparo de la Segunda República, con la esperanza de recabar las simpatías de la comunidad internacional. En este enfoque fue decisiva la implicación de personas como el embajador de España en Francia, Luis Araquistáin, el Director General de Bellas Artes, Josep Renau, o el rector de la Universidad Central de Madrid, José Gaos, que actuó de comisario.

España tomó parte con una moderna propuesta arquitectónica diseñada por Luis Lacasa y José Luis Sert que, tras su demorada inauguración en el mes de julio, acogió diversas secciones que daban a conocer la actividad republicana haciendo hincapié en la promoción cultural. La sección de artes plásticas reunió un conjunto absolutamente representativo del realismo bélico, mostrando diversas disciplinas bajo el predominio indiscutible de asuntos de guerra. Junto a obras como Aviones negros de Horacio Ferrer, Héroe de Juana Francisca Rubio, la serie El sitio de Madrid de Francisco Mateos, o el enorme relieve Songez à la douleur d’Espagne de Ricard Boix, se encontraban las aportaciones de autores de prestigio internacional cuyos trabajos demostraron que el arte de vanguardia y el compromiso político no estaban en absoluto reñidos: el Guernica de Picasso, la Montserrat de Julio González, el Segador de Joan Miró o el monolito de Alberto. El magnífico edificio racionalista también reunió objetos de artesanía popular, grandes paneles con fotomontajes, proyecciones audiovisuales y espectáculos folklóricos, convirtiéndose en el mejor escaparate de la extensa labor cultural desplegada por el gobierno de la República.

De forma paralela, la España de Franco logró figurar en la Exposición Internacional gracias a la invitación extendida por la Santa Sede para formar parte de la sección extranjera del pabellón pontificio. Allí, la otra España contó con espacio en uno de los edículos que acompañaban al edificio principal y lo destinó a ensalzar su particular cruzada religiosa.

Presidiendo el altar a modo de retablo pictórico se dispuso la barroquizante Intercesión de Santa Teresa de Jesús en la Guerra Civil española, un enorme óleo de seis metros y medio de alto por tres y medio de ancho pintado por José María Sert (pariente del arquitecto del pabellón español). La imagen muestra el aspecto del altar diseñado por el arquitecto Paul Tournon y la pintura de Sert, conservada actualmente en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Mediante esta presencia subrepticia los visitantes de la Exposición Internacional podían encontrar la otra perspectiva de la guerra de España, a tan solo unas decenas de metros del pabellón español oficial.

IEG