Texaco y Ford: contra Roosevelt y a favor de Franco
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Date Created: 1936-06-04
Type: Magazine
Extent: 1 item
Torkild Rieber (1882-1968), noruego nacionalizado estadounidense y CEO de la compañía petrolera TEXACO (The Texas Petroleum Company) entre 1935 y 1940, ejemplifica como pocos el importante apoyo que destacadas compañías estadounidenses prestaron al bando franquista durante la Guerra Civil. Un apoyo en muchos casos basado en el anticomunismo y la afinidad con la causa de los militares rebeldes.
De todos, el caso de TEXACO fue sin duda el principal, al vender la compañía a lo largo de la guerra más tres millones y medio de toneladas de productos petrolíferos por un valor de veinte millones de dólares. Unos productos que posibilitaron todos los movimientos de las fuerzas armadas franquistas y las de sus aliados nazifascistas por tierra, mar y aire, así como la vida en la retaguardia.
Pero en la lista estuvieron igualmente las firmas automovilísticas Ford, Studebaker y General Motors -que vendieron más de 10.000 camiones a los franquistas- o la química Dupont de Nemours, entre otras compañías norteamericanas. Todas ellas suministraron a los militares rebeldes a crédito, confiando en una victoria que efectivamente se acabó produciendo.
TEXACO incumplió flagrantemente y a sabiendas las leyes de Neutralidad de 1935, 1936 y 1937 con sus prohibiciones de venta de armas y suministros de uso militar a los contendientes, incluyendo las concesiones de créditos. Rieber -que viajó en dos ocasiones a la zona franquista durante la guerra viéndose con Franco- sorteó todas las prohibiciones enviando buques petroleros a los puertos franquistas por la vía de aparentar que los mandaba y facturaba a puertos belgas o holandeses. Tras zarpar y encontrarse en alta mar ordenaba a los capitanes el desvío hacia los nuevos destinos. Es más, no sólo vendía a Franco el petróleo a crédito sino que le añadía una cuantiosa rebaja al no cobrar los fletes.
Por otra parte y para perjudicar al bando republicano, ordenó al jefe de su oficina París que filtrase a los servicios de información franquistas los itinerarios de los petroleros de cualquier compañía y nacionalidad que transportasen petróleo a puertos republicanos, facilitando así su torpedeamiento por submarinos “piratas” (italianos) o franquistas, o su apresamiento por la Armada “nacional”.
A pesar de ser descubierto por las autoridades estadounidenses el tráfico ilegal de TEXACO, y tras reunirse Rieber con el presidente Roosevelt y pagar una cuantiosa multa, continuó con sus suministros hasta el fin de la Guerra Civil. Sin embargo, su carrera en la compañía acabaría abruptamente en el primer año de la Segunda Guerra Mundial, cuando se descubrieron -gracias a una filtración de los servicios secretos británicos a la prensa estadounidense- sus suministros petrolíferos a la Alemania nazi y su apoyo al espionaje de este país, a la que se sentía próximo ideológicamente.
Para ayudarle, Franco le nombró jefe de compras en Estados Unidos de la compañía petrolera monopolística española CAMPSA y posteriormente le condecoró con la cruz de caballero de la Orden de Isabel la Católica, la más alta concedida a extranjeros por su Régimen.