Avión Savoia-Marchetti SM.81
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Public Domain, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Savoia-Marchetti_SM.81.jpg
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La confirmación del general Mola como líder de la conjura en la primavera de 1936 activó la participación de los monárquicos de Renovación Española, deseosos de derrocar al Frente Popular. Su colaboración resultó fundamental en la búsqueda de ayuda internacional. Los alfonsinos ya habían iniciado conversaciones con los fascistas italianos en 1934. Entonces se limitaron a un intercambio de informes y propuestas que culminó en un acuerdo entre ellos y el Gobierno italiano, que se comprometía a apoyar un golpe contra la República si este llegaba a darse. Por parte española firmaron este acuerdo el conde de Rodezno, José Calvo Sotelo y Antonio Goicoechea, quienes estamparon su firma en un espacio tan simbólico como el Congreso de los Diputados.
En 1936 los políticos de Renovación Española recuperaron el contacto con quien ya había sido su interlocutor, Ernesto Carpi, un empleado de banca que visitaba Barcelona con asiduidad y era buen amigo del político y militar Italo Balbo, quien a su vez tenía línea directa con Benito Mussolini y con su yerno, Galeazzo Ciano, ministro de Asuntos Exteriores. A través de Carpi, retomaron el envío de informes, solicitando ayuda económica a Ciano y poniéndole al tanto de los avances de la conspiración. Como en 1934, Pedro Sainz Rodríguez llevó el peso de las negociaciones.
El 1 de julio, Sainz Rodríguez firmó en Roma cuatro contratos de adquisición de todo un arsenal de material bélico por valor de algo más de treinta y nueve millones de liras. La compra comprendía quince aviones Savoia 81 (los célebres murciélago, que protagonizaron los bombardeos italianos), veinticuatro cazas CR 32, tres Macchi 41, carburantes y lubricantes, ametralladoras, proyectiles perforantes y explosivos de distintos tipos y tamaños. Material moderno y muy específico, por lo que no es difícil de suponer que el negociador contó con asesoramiento o instrucciones técnicas. El volumen de la compra parece indicar que al menos los conspiradores civiles no descartaban que el golpe acabase derivando en una guerra, y consideraban importante estar preparados para ese supuesto.
Las labores alfonsinas se completaron con su colaboración en las negociaciones para atraer a los carlistas a un acuerdo general. Para ello mantuvieron largas conversaciones con el jefe delegado de la Comunión Tradicionalista, Manuel Fal Conde, donde Juan Ignacio Luca de Tena representó a los monárquicos y también participó la CEDA a través de José María Gil Robles.
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