Represión en Sevilla
Source:
Smith Archive / Alamy Stock Photo
Date Created: 1936-07-18
Type: Photographs
Extent: 1 item
Geographic Region: Sevilla, Spain
37.38863, -5.99534
El Gobierno en el poder en España el 18 de julio de 1936, que estaba presidido por Santiago Casares Quiroga, era de orientación progresista moderada y burgués. No tenía participación de fuerzas revolucionarias, si es que se puede calificar así a los partidos socialista y comunista, que en realidad eran organizaciones obreras cuya retórica radical no implicaba planes subversivos. Pero el Gobierno temía a la revolución, especialmente a la anarquista. Por eso fue incapaz de actuar de forma radical cuando, el día 17 por la tarde, llegaron las primeras noticias de la sublevación en Melilla, y el 18 cuando la rebelión militar se extendió a otras partes del país. Durante esos dos días clave, el Gobierno intentó controlar la situación usando la cadena de mando militar; mientras que los rebeldes usaron esta cuando pudieron o la rompieron –arrestando y asesinando a sus jefes- cuando no tuvieron más remedio.
Solo el 19 por la mañana, cuando José Giral Pereira, correligionario y amigo íntimo del Presidente Manuel Azaña, formó un nuevo gobierno abandonó esa política legalista que se había mostrado fallida y decidió hacer lo que las organizaciones obreras habían estado pidiendo con desesperación: que se les repartiesen armas. En general, allí donde se repartieron armas, y siempre que hubo al menos una parte de las fuerzas de policía y o del ejército leales a la República, la rebelión fue aplastada. Pero en muchos lugares, la decisión llegó tarde y con fatales consecuencias. Tal fue el caso de Sevilla.
El general Gonzalo Queipo de Llano consiguió dominar la situación en los cuarteles a primeras horas de la tarde del día 18. Le ayudó la actitud dubitativa y poco valerosa de los generales al mando, empezando por José Fernández de Villa-Abrille. Pero todavía la Guardia de Asalto y el aeródromo de Tablada eran leales al Gobierno. Es más, miles de obreros estaban en la calle, o se aproximaban a los cuarteles y lugares del centro de la ciudad, pidiendo armas. En unos sitios los recibieron a tiros. En otros consiguieron unirse a unos 500 Guardias de Asalto que les repartieron 80 fusiles. Fueron derrotados por las tropas, que usaron contra ellos artillería. Los guardias se rindieron. Aislada, Tablada resistió hasta esa noche. Pero la lucha por Sevilla continuó porque los obreros se refugiaron en sus barrios, Triana y la Macarena, donde levantaron barricadas que resistieron hasta el día 22 los ataques de las fuerzas rebeldes, reforzadas ahora con tropas traídas desde Marruecos. Fue una lucha tan heroica como desigual, ya que los obreros apenas tenían con que defenderse.
El carecer de armas y su valor al resistir el golpe militar costó muy caro a los trabajadores sevillanos. Los fusilamientos masivos comenzaron durante los combates, en los que no se hicieron prisioneros y se ejecutó por la mera sospecha de haber tomado parte en la defensa de los barrios. Cuando cesó la lucha, las ejecuciones masivas siguieron. En los meses siguientes fueron fusiladas en Sevilla unas 6.000 personas. Sus cuerpos fueron arrojados a fosas comunes.