Las políticas coloniales norteamericanas en Puerto Rico de las primeras décadas del siglo XX abrieron las puertas a latifundistas estadounidenses del azúcar y el tabaco que acapararon las tierras agrícolas enriqueciéndolos, mientras los puertorriqueños empobrecían. La miseria general provocó que una parte considerable de la población emigrara, huyendo del hambre y buscando una vida mejor.
Las primeras oleadas (1900-1914) a Hawái, República Dominicana, Cuba, Ecuador, Colombia y México fueron auspiciadas por las autoridades coloniales como válvula de escape para manejar una alegada sobrepoblación de Puerto Rico. La demanda de alimentos y manufactura de la Gran Guerra (1914-1918) provocó otra oleada de emigrantes puertorriqueños, esta vez a las plantaciones del sur de EEUU y a los centros de manufactura de la aguja y del tabaco en Nueva York y Nueva Jersey. EEUU otorgó a los nacidos en Puerto Rico la ciudadanía estadounidense durante la Primera Guerra Mundial (1917), lo que estimuló e incrementó la ola emigratoria, principalmente a la ciudad de Nueva York.
Cuando las noticias de la sublevación de un grupo de militares del ejército de España contra el gobierno legítimo de la República Española comenzaron a ocupar las primeras páginas de los periódicos del país, Puerto Rico sufría múltiples huelgas de trabajadores. El presidente de EEUU, Franklin D. Roosevelt (1934-1945), había nombrado a militares estadounidenses al gobierno colonial para imponer el orden y detener las luchas políticas, sindicales y anticolonialistas.
La colonia española en Puerto Rico, políticamente conservadora, monárquica y económicamente poderosa, apoyó económicamente la sublevación militar y a su líder el general Francisco Franco Bahamonde, y dirigió una propaganda apabullante en periódicos, revistas y radio. La iglesia católica, con mayoría de religiosos españoles, también apoyaba la sublevación militar porque entendía era una cruzada contra los rojos comunistas que querían acabar con la iglesia.
Por otro lado, los partidos políticos, sindicatos de trabajadores, profesores universitarios, grupos culturales, estudiantes y muchos españoles eran defensores de la República Española. Aunque no tenían el respaldo económico, sí tuvieron los recursos humanos suficientes para hacer actividades de propaganda en pro del gobierno legítimo de España. Organizaron mítines, charlas, actividades culturales y propaganda a través de periódicos y radio.
JAOC