“On… ne… passe… pas!"
Source:
https://www.elmundo.es/internacional/2021/06/06/60ba77cce4d4d83b048b45f0.html (Aquí consta que es de libre uso)
Date Created: 1916
Type: Postcards
Extent: 1 item
“¡No se pasa!” vociferaban los franceses ante las sucesivas ofensivas alemanas durante la Gran Guerra. Consigna que con los años derivaría en el ¡No pasarán! que jalearon las milicias republicanas ante el asalto franquista a Madrid, en noviembre de 1936.
La sombra de la guerra mundial marcó las décadas transcurridas entre ambos episodios. Los alemanes no rebasaron las defensas francesas pero el coste fue brutal: 10 millones de soldados sucumbieron en el frente, a los que cupo añadir otros 6 de bajas civiles y 20 más de combatientes heridos, muchos mutilados de por vida. Tal sangría diezmó a una generación de jóvenes europeos y redefinió el valor relativo de la existencia humana.
La sensación de que todo resultaba efímero y extraordinario impregnó la cultura, la política, la economía o el ocio europeos y un vitalismo exacerbado alentó la búsqueda de nuevas emociones. Hubo quien lamentó el fin del “mundo ordenado, con estratos bien definidos y transiciones serenas”, como escribió Stefan Zweig, y quien celebró la destrucción del viejo orden y el alumbramiento de una nueva era en la historia de la Humanidad. El vértigo y el miedo, la zozobra y la melancolía convivieron en un estado de ánimo que el historiador Charles Maier ha descrito como “ansiedad social”.
La guerra reordenó el mapa europeo. Liquidó los imperios ruso, alemán, austrohúngaro y otomano, en cuyos territorios nacieron una decena de países, y movió las fronteras de otra media docena. La política mutó en sus formas y contenidos. Una ciudadanía movilizada durante la contienda quiso influir en los asuntos públicos. Algunos países se democratizaron, extendieron a las mujeres el derecho al voto y avanzaron hacia el Estado del Bienestar. Otros encauzaron la participación política mediante movimientos populistas o la coartaron con regímenes autoritarios.
Al tiempo, la revolución soviética alentó la deriva insurreccional de un sector del movimiento obrero y la reacción visceral de quienes se aprestaron a combatirlo desde posiciones conservadoras. La violencia, revolucionaria o reaccionaria, devino en parte consustancial de la lucha política.
Nunca un esfuerzo bélico requirió tal grado de intervención económica estatal. Durante la guerra y la posguerra, los principios que orientaban la ortodoxia liberal clásica, como la fe en el progreso, el equilibrio presupuestario o el sólido valor del dinero, resultaron obsoletos. Cuando la economía mundial parecía recuperar cierta estabilidad, en 1929 estalló una nueva crisis global que contribuyó a erosionar aún más la confianza en las instituciones democráticas.
MML