El primer gobierno laborista de Nueva Zelanda fue elegido pocos meses antes de que estallara la Guerra Civil española. Había prometido proporcionar mejores servicios de vivienda, salud y educación independientemente de la capacidad de la gente para pagarlos y, naturalmente, simpatizaba con el espíritu y las políticas democráticas del Gobierno republicano de España. Sin embargo, su respuesta a la crisis en España fue modesta y silenciosa, por varias razones. El Gobierno estaba preocupado por preocupaciones internas, el país no tenía vínculos económicos ni de otro tipo con España y Nueva Zelanda seguía siendo un dominio de Gran Bretaña, que controlaba su política exterior e insistía en la lealtad a la postura declarada de "estricta neutralidad".
A pesar de estas considerables limitaciones, la pequeña y distante Nueva Zelanda respondió a la guerra civil en España de manera sorprendente. En particular, varios neozelandeses se ofrecieron como voluntarios para servir en las Brigadas Internacionales y cinco de ellos murieron en combate. Otros sirvieron con distinción en España como médicos, enfermeras y periodistas.
Se sabe que al menos un neozelandés, el cineasta Philip Cross, sirvió en la guerra civil del lado de los nacionalistas de Franco, mientras que, dentro de la propia Nueva Zelanda, la Iglesia católica era una partidaria prominente y vocal de Franco. Sin embargo, casi todos los voluntarios de Nueva Zelanda, tanto combatientes como no combatientes, sirvieron en las fuerzas republicanas. En el frente interno, la población tendía a ser indiferente a los acontecimientos en España o cautelosamente prorrepublicana.
El representante de Nueva Zelanda en la Sociedad de Naciones fue en ocasiones la única voz que votó, junto con China y la URSS, a favor de una acción internacional en apoyo de la República Española. Varias organizaciones de ayuda nacional recaudaron miles de libras, especialmente el Comité Español de Ayuda Médica, que financió un equipo de tres enfermeras, una ambulancia y un camión de lavandería para el frente republicano.
Durante unos 70 años después de la Guerra Civil Española, la respuesta modesta pero apasionada de Nueva Zelanda a ese conflicto fue en gran medida olvidada. La Segunda Guerra Mundial y sus prolongadas consecuencias tendieron a eclipsar por completo, en la mente de la mayoría de los neozelandeses, la guerra civil, mucho más pequeña y lejana. Sin embargo, el siglo XXI ha visto evidencia fragmentaria pero notable de un renovado interés público en la guerra civil y la respuesta de este país a ella. Se han publicado varios libros sobre el tema, se ha celebrado al menos un congreso importante y se han establecido algunos monumentos conmemorativos en sitios históricos. Un conflicto en el extranjero que alguna vez fue descartado como irrelevante para este país, aparte de la participación de “unos pocos mercenarios”, se considera cada vez más premonitorio y significativo para el papel de Nueva Zelanda en la Segunda Guerra Mundial, y un ejemplo temprano de la disposición de este país a tomar una postura independiente y de principios en los asuntos mundiales.