El Cortijo andaluz
Creator: Consejo Superior de Cámaras Agrícolas
Source:
Mediateca del Ministerio de Agricultura y Pesca, https://www.youtube.com/watch?v=HqggoTIB3K8
Date Created: 1945
Extent: 1 item
El franquismo presentó sus políticas socioeconómicas como la solución definitiva a los males seculares de España. Este discurso se centraba en primero justificar la rebelión de julio de 1936 en base al desorden existente y la amenaza, falsa, de una revolución inminente. El nuevo régimen prometía un presente de orden y futuro de progreso. Hecho para los sindicatos rurales franquistas (Consejo Superior de Cámaras Agrícolas), el video que reproducimos aquí muestra una imagen ideal de cómo era un cortijo andaluz en 1945, como un “castillo de paz y trabajo”, en pleno tiempo de hambre y desesperación del campesinado pobre español.
En este contexto, la propaganda franquista intentó justificar la contrarreforma agraria. No era fácil. Tanto la rebelión militar como el avance sangriento de sus tropas rebeldes en el sur del país tuvo como objetivo aplastar la reforma agraria republicana que, en los cinco meses previos al golpe militar, había resultado en la ocupación, legalizada por el Gobierno, de más de medio millón de hectáreas, y que durante el desarrollo de la guerra resultó en la toma, y a menudo socialización, de al menos cinco millones de hectáreas más.
En la aniquilación de este movimiento campesino participaron incluso muchos de los terratenientes que se pusieron al mando de columnas de falangistas y otros voluntarios de derechas, más soldados y policías, que ocuparon pueblos y, después de asesinar a dirigentes políticos y sindicales, reestablecieron la estructura de la propiedad previa a 1936 y aún la anterior a las reformas que emprendió la República en 1932. Las principales zonas de colonización y regadío del régimen, Extremadura y Andalucía Occidental serían también las que más habían sufrido la represión de las tropas rebeldes.
Las reformas sociales del campo del franquismo tuvieron su eje en la colonización agraria llevada a cabo por el Instituto Nacional de Colonización desde su creación en 1939. Su balance fue muy pobre. En cuarenta años no asentaron más que a unas 40.000 familias en unas 30.000 casas en cerca de trescientos pueblos y barriadas. Casi un cuarto de estos colonos no era más que obreros agrícolas, que poseían pequeños huertos familiares de media hectárea.
En realidad, lo que al régimen le interesaba más que nada era incrementar la producción agraria y fijar algunos campesinos a la tierra. El resto, millones de personas, sobraba. A lo segundo ayudó la colonización, pero lo primero fue el destinatario principal de las inversiones del Estado. Los grandes proyectos de regadío, basados en la construcción de nuevas presas y canales, fueron enfocados a ayudar a los grandes propietarios que vieron revalorizadas sus tierras gracias a las inversiones públicas. La posición de la gran propiedad se vio también favorecida por las políticas del régimen de precios agrarios altos y de bajos salarios, que no recuperaron el nivel adquisitivo que tuvieron en 1936 hasta 1962. Para las hambrientas y reprimidas masas jornaleras y el pequeño campesinado el futuro estaba escrito: emigrar para huir de la miseria, a otros países como Francia o Alemania o a las grandes ciudades del país.