La casa en la que nació José Antonio Primo de Rivera
Source:
Adriana Cases Sola
Date Created: 2011-10-16
Type: Photograph
Extent: 1 item
40.4167, -3.70358
Durante la Segunda República se introdujeron algunos elementos de la ideología fascista en el discurso conservador como una manera de extender el conservadurismo a las masas dándole un aire de modernidad. La violencia se convirtió en un eje fundamental del discurso fascista, aunque su concepción fuera diferente dependiendo de cada formación. No obstante, todas la defendían como estrategia válida para la defensa de la nación, el castigo contra los enemigos de la misma o como respuesta contra lo que se considerarían agresiones de un gobierno injusto.
La vinculación entre violencia y juventud que hacía Onésimo Redondo, representante de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) o la “dialéctica de los puños y las pistolas” defendida por José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, son significativas de este universo discursivo en el que la defensa de la violencia como medio de acción política y el culto a la muerte, así como la exaltación de los valores militares, conformaban los principales ejes de la propaganda de estos grupos.
Así, aunque existían notables diferencias en la base ideológica de cada grupo – el pensamiento nacionalsindicalista de Ledesma y la doctrina modernizadora, totalitarista y laica de Primo de Rivera, contrastaban con el catolicismo de Redondo y el populismo rural y tradicional de los carlistas – todos defendían la violencia como medio de acción política y desarrollaron en mayor o menor medida organizaciones paramilitares, sobre todo entre las juventudes, como la JAP. Hay que destacar también que los fundadores de estos movimientos estaban lejos de haber conformado una sistematización de su pensamiento y se centraron más bien en la construcción de unos discursos, con los que la mayoría de sus militantes pudieran sentirse apelados y que hicieran más plausible su movilización y visibilidad.
La radicalización fue otra de las características de estos grupos de derecha durante la Segunda República, si bien los repertorios de acción colectiva más violentos y radicales comenzaron a escalar a partir de los resultados de las elecciones de febrero de 1936 en las que ganó el Frente Popular. Estos resultados, percibidos como una amenaza revolucionaria, contribuyeron al mayor desarrollo de las milicias políticas al mismo tiempo que se estaba “cocinando” el proyecto de golpe de Estado.
Finalmente, las discrepancias entre las distintas formaciones de derechas, unido al escaso desarrollo de un aparato teórico e ideológico, cuyo punto de unión único – aparte de la defensa de la violencia – era su anti-republicanismo, hizo que el peso de la conspiración contra la República cayera en manos de los militares, que disponían de los medios necesarios para hacer del golpe una realidad.
ACS