Gasógeno Gasna
Franco presumía de saber de economía, e incluso llegó a presumir que había conseguido vencer en un debate improvisado a José Calvo Sotelo, un hombre que sí sabía mucho de hacienda. Entre los supuestos conocimientos del dictador se encontraba la convicción de que el sistema autárquico -esto es, de buscar el autoabastecimiento del país y cerrarse en lo posible al comercio internacional- era superior al liberal de las detestadas democracias. Aquél había levantado a una Alemania rendida después de la crisis de 1929 y dado a Italia, pensaba, una economía fuerte. Por eso, cuando acabó la guerra, el Caudillo decidió dos cosas en materia económica. Una fue desviar el comercio y las inversiones en España de sus socios tradicionales Francia y el Reino Unido, hacia Alemania e Italia. La otra, copiar sus modelos autárquicos. Ambas medidas resultarían fatales para a economía española en los años cuarenta, y aún después, y para los españoles.
Británicos, franceses y norteamericanos ofrecieron a la España franquista invertir en el país, e incluso garantizarle el suministro de alimentos y petróleo. La intención era alejarla de Alemania. Franco rechazó esas ofertas. Ya durante la Guerra Civil, su régimen había abierto el sector minero español a las inversiones de Alemania, cuya industria de guerra necesitaba los minerales españoles. Esta relación se intensificó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando España exportó alimentos y minerales a sus aliados del Eje a cambio de armas y de reducir su deuda de guerra (en los dos peores años de la hambruna, 1941 y 1942, el Estado tuvo un superávit en su balance de cuentas de cerca del 10% que, en vez de dedicarse en alimentar a la población, fue a parar a pagar la deuda).
El resultado del alineamiento del franquismo con el Eje y de copiar sus políticas fue que España, a diferencia de Portugal, Suecia, Suiza y Turquía, fue el único país neutral en la guerra mundial cuya economía no creció durante el conflicto. Esto se debió en parte a que los aliados limitaron al máximo la cantidad de petróleo que llegaba a España, obstaculizando así que ésta pudiese ayudar más al Eje. En consecuencia, el transporte (coches y camiones tenían que usar gasógeno, como el que se ve en este anuncio) y la industria se resintieron enormemente.
Cuando acabó la guerra mundial, los Aliados castigaron a Franco con un boicot internacional y dejaron al país fuera de los planes de reconstrucción del continente, y en especial del Plan Marshall. El resultado fue que en la segunda mitad de los años cuarenta la economía española retrocedió aún más. Los controles estatales a la producción y el comercio ahogaron la producción y crearon unas enormes distorsiones financieras y de sumisitos, además de fomentar la corrupción. Por eso España no recobró sus indicadores macroeconómicos de 1936 hasta 1952, mientras que en Europa la mayoría de los países sobrepasaron los de 1939 apenas dos años después de acabado el conflicto mundial. Además, la dictadura mantuvo hundidos los salarios de los trabajadores que no recobraron su nivel adquisitivo de antes de la guerra civil hasta comienzos de los años sesenta.