Postal Banco Pastor, 1926
“¡Tanto edificio para vivir en La Coruña!”, escribió Manuel Azaña en una carta a su cuñado, Cipriano Rivas Cherif, mientras participaba en un tribunal de notaría en 1924. Azaña se refería al futuro edificio del Banco Pastor, que fue el inmueble más alto de España hasta 1929, cuando tomó el título de Telefónica en la Gran Vía de Madrid. El primer rascacielos se construyó en una ciudad de tamaño medio y no en la capital.
Esta construcción que tanta sorpresa provocó en el futuro presidente de la República era uno de los síntomas del profundo cambio estructural que estaban viviendo las ciudades españolas. Los flujos de emigración campo-ciudad se habían activado a inicios de la centuria, y las grandes ciudades recibieron importantes contingentes de personas procedentes de otras zonas de España. Y no solo ellas. También las de pequeño y medio tamaño vivieron importantes movimientos. Sevilla, Córdoba, Zaragoza o Valencia vieron desbordadas sus murallas e iniciaron un rápido proceso de urbanización un tanto caótica.
Hacia el año 1930 la población urbana se había doblado. Cuatro millones de personas vivían en núcleos de más de 10.000 habitantes, mientras que otro millón más lo hacía en núcleos de más 5.000. En estos años surgieron las primeras barriadas, con condiciones insalubres para los recién llegados. Para tratar de ponerle remedio, se diseñaron los planes de expansión, como el plan de urbanización de Madrid, los proyectos de ensanche de Badajoz, Salamanca, Logroño o Sevilla.
Un cambio de ámbito, del rural al urbano, síntoma de la transformación en la vida de las personas. La vida urbana también supuso el abandono del trabajo agrario y la ampliación del sector servicios y profesiones liberales, y de la industria. De ello fue un buen reflejo la construcción del Banco Pastor, el banco más importante entonces de Galicia y uno de los de mayor peso de España. La construcción del rascacielos siguió las pautas de la Escuela de Chicago. Esto junto a otros le otorgó al edificio un carácter moderno, neoyorquino, como les gusta decir a los coruñeses. Un símbolo de esa España moderna que poco a poco se abría paso.
FMP