Generales fusilados
Repository: Hemeroteca, Granada
Date Created: 1936-07-21
Type: Newspapers
Extent: 1 item
Geographic Region: Granada, Spain
37.1735, -3.59953
En la madrugada del 16 de agosto de 1936 era fusilado en Sevilla el general Miguel Campins. Según parece, mostró un gran coraje y serenidad. Esta actitud contrasta con la que tuvo durante días cruciales entre el 17 de julio, cuando se sublevó el ejército colonial en el norte de África, y el 20 de julio, cuando se sublevó la guarnición bajo su mando en Granada. En esos días, Campins, que estaba recién incorporado a su puesto, condenó varias veces la revuelta, se opuso a las órdenes golpistas que le daba desde Sevilla el general Gonzalo Queipo de Llano, pero al mismo tiempo mandó mensajes a su amigo Franco poniéndose a sus órdenes. El 20 acabó firmando el bando de guerra. Esas actuaciones contradictorias le costaron la vida. El muy cruel Queipo de Llano, pese a la petición de perdón del no menos cruel Franco, ejecutó a Campins.
Al año siguiente los juegos de perdón y muerte entre los generales rebeldes cambiaron de protagonistas pero no de resultado. El 18 de febrero de 1937 era fusilado el general laureado Domingo Batet (en la fotografía), en este caso un decido defensor de la República, que había sido arrestado por sus subordinados en Burgos. Era amigo de Emilio Mola, de Miguel Cabanellas y de Queipo de Llano. Los dos últimos pidieron su indulto; pero Franco lo fusiló, quizás por vengarse de la muerte de Campins o quizás del mismo Batet, que había escrito un informe muy crítico de Franco y de José Millán Astray cuando estos dirigían la Legión. Por su parte Cabanellas, que era masón, también tenía en sus manos la sangre de su propio amigo el general, también masón, Miguel Núñez del Prado, jefe de la Aeronáutica en 1936 a quien el Gobierno había enviado a Zaragoza para convencer a Cabanellas de no sumarse a la rebelión. Núñez del Prado sabía que iba a muerte segura. Fue hecho preso y enviado a Pamplona donde Mola lo ejecutó.
La muerte de estos tres generales valientes no son parte sino de la gran debacle que sacudió al alto mando de los ejércitos españoles en 1936. De los 21 generales de división en activo en 1936, solo 4 se sublevaron. De los 59 generales de brigada, 17 se unieron a los rebeldes. Los seis generales de la Guardia Civil se mantuvieron leales. Lo sucesos de julio resultaron en que muchos de estos hombres tuvieron que decidir, a veces de forma muy inesperada, sus lealtades. Y ello resultó en que acabaran ejecutados por sus compañeros rebeldes por mantenerse fieles a la legalidad republicana. Pero cuando los muertos fueron los rebeldes, estos fueron ejecutados por las autoridades republicanas cuando fracasaron en su intento de participar en el golpe de Estado. A estos muertos habría que añadir los jefes, en activo o en retiro que, que fueron asesinados en sacas y paseos en la retaguardia, casi todos en la republicana. Por último, hay que incluir también a los generales republicanos ejecutados por la dictadura de Franco después de la guerra.