La Iglesia
Source:
Terra e Memoria, fondo Nomes e Voces-Histagra (Quiñoy Pandelo), nº 5042 0002 0001
Date Created: 1936, 1939
Type: Photograph
Extent: 1 item
La Iglesia gallega jugó un papel fundamental en la legitimación del golpe de Estado, aportando matices propios al discurso de la Cruzada. La voz cantante la llevó el arzobispo de Santiago Tomás Muñiz de Pablos, que incluso consiguió de Pío XI una inusual prórroga del Año santo de 1937. El alineamiento de la Iglesia con los golpistas se justificó mediante la demonización del quinquenio republicano, pese a que en Galicia las manifestaciones de violencia anticlerical habían sido poco significativas.
El contexto bélico impulsó una ortodoxia beligerante contra cualquier amenaza percibida o real (masonería, las comunidades evangélicas de algunas poblaciones costeras) pero también contra los sectores aperturistas y más proclives al entendimiento con el régimen republicano, incluido el que había expresado más abiertamente sus simpatías hacia el galeguismo o los más involucrados en iniciativas culturales como el Seminario de Estudios Galegos o la revista Logos. La máxima expresión de intolerancia fue el asesinato de algunos clérigos de ideas izquierdistas, como Matías Usero Torrente (dirigente del PSOE y de la Izquierda Republicana en Ferrol) o el párroco de la diócesis de Lugo Andrés Ares Díaz (llevado hasta y fusilado en Fene). De entre los ya secularizados, sobresale Fernando Arias Rodríguez, antiguo oficial de cámara del obispo de Lugo y presidente del PSOE en Rábade (Lugo) en 1931.
La identificación con el bando franquista se selló a través de innumerables actos rituales reproducidos a diferente escala en cada población, desde los Te-Deum de agradecimiento por las victorias militares a los funerales por los caídos por Dios y por España, pasando por la inmortalización de los fallecidos en el bando nacional en las fachadas de las iglesias parroquiales o la bendición de las banderas de las unidades combatientes. La recuperación del poder de control social como institución quedó plasmada en la emisión de los certificados de buena conducta por parte de los sacerdotes, que podía significar literalmente la diferencia entre la vida y la muerte para sus feligreses, o en la reposición solemne de los crucifijos en las escuelas.
La guerra forjó un discurso tradicionalista en clave nacional-católica y puso las bases para la colaboración en las siguientes décadas con el régimen franquista. Las pugnas en torno a las organizaciones juveniles o femeninas con los sectores falangistas anunciaron las tensiones en los años de posguerra por la consolidación de esferas de poder y la oposición a las tendencias propiamente fascistas dentro de un régimen todavía en fase de definición.
GUPC/MCV