Prisioneros republicanos, Santander
Repository: Biblioteca Nacional de España, Madrid, Spain
Creator: Delegación del Estado para Prensa y Propaganda
Source:
Reference Code
GC-CAJA/39/15 bdh0000226552
Type: Photographs
Extent: 1 item
Geographic Region: Santander, Spain, Madrid, Spain
43.46204, -3.80997
El 14 de agosto de 1937 los franquistas comenzaron su ataque a Santander, una de las dos provincias del norte de España que aún quedaban en poder de la República. A pesar del intento republicano de diversión en Belchite, tardío e inútil, las tropas rebeldes tomaron Cantabria en apenas un mes.
La geografía jugó a favor de los defensores; la potencia de fuego, la disciplina y la estructura de mando estuvieron de parte de los atacantes. Los defensores estaban muy divididos entre ellos entre soldados y milicianos vascos, santanderinos y, menos, asturianos. La República intentó coordinar estas fuerzas con la creación el 6 de agosto en Santander de la Junta Delegada del Gobierno en el Norte bajo la dirección del general Mariano Gamir Ulibarri. Fue un espejismo. La mayor fractura, que la Junta no consiguió soldar, era la que representaban los soldados nacionalistas vascos que en su mayoría eran reacios a seguir luchando fuera del País Vasco una vez que este había sido conquistado por los franquistas. Para salvar esta situación, el jefe del Gobierno vasco, José Antonio Aguirre, propuso al Gobierno central que se evacuasen a sus soldados por mar y se les llevasen a Francia, desde donde invadirían Navarra. Eran un plan impracticable en el mejor de los casos. Más practicable en cambio, aunque en el fondo también irreal, fueron los intentos, ya en curso desde junio, por parte del Partido Nacionalista Vasco para conseguir una rendición por separado con los italianos, que cuajaron en el Pacto de Santoña del 24 de agosto.
Que Santander iba a caer quedó claro cuando los italianos tomaron tras duros combates el Puerto del Escudo el 17 de agosto. Con ello conseguían dejar aislada una importante bolsa de tropas republicanas al sur de la cordillera Cantábrica que pronto sería aniquilada. Por su parte, los esfuerzos del general Gamir de crear líneas defensivas fracasaron una y otra vez. La desmoralización cundió en el ejército. Los mandos comenzaron a abandonar a sus hombres, y la mayoría de los batallones vascos se dirigieron a concentrarse en Santoña para rendirse. A la postre, el mando franquista no respetó el acuerdo entre vascos e italianos, e internó al ejército vencido. El día 25 Aguirre salió en avión hacia Francia, mientras que el mando republicano y otros dirigentes políticos se trasladaron en submarino a Gijón para seguir la lucha. La decisión estaba tomada: había que retirarse a Asturias.
El ejército que sale de Santander hacia Asturias el último día de agosto está maltrecho, completamente desmoralizado y falto de mandos. Mientras los franquistas limpiaban la zona de las últimas bolsas de resistencia, se entregaron a una violenta represión. También comenzaron a cribar las tropas derrotadas para incorporar a los soldados que pudiesen ser útiles para sus ejércitos. La mayoría acabaron luchando con el uniforme franquista. En general, la población cántabra recibió bien a los vencedores. La guerra para la mayoría de esta había acabado, y había vencido el bando que concordaba más con sus valores políticos, sociales y religiosos.