La bolsa de Mérida
Creator: Presente
Source:
Hemeroteca Digital, Biblioteca Nacional de España
Date Created: 1938-07-27
Type: Newspaper
Extent: 1 item
El año 1938 fue catastrófico para el ejército republicano. Como resultado, las tropas rebeldes cortaron el territorio leal en dos e incluso, de haber conducido Franco la guerra mejor, habrían seguramente podido conquistar Cataluña antes de concluir el verano. El error del Caudillo de intentar avanzar hacia Valencia prolongó el conflicto varios meses más. Pero mientras que el frente mediterráneo era el foco de los combates, los del centro peninsular, y en concreto el frente de Extremadura, permanecieron tranquilos, en este último caso desde 1936. Y eso que la situación de ambos ejércitos en la zona era propicia para una operación importante.
En la zona de Campanario, Castuera, Don Benito y Villanueva de la Serena se había mantenido un saliente, la llamada Bolsa de Mérida, en poder del ejército republicano que acercaba el frente a apenas 30 kilómetros de esta última ciudad y a 80 de la frontera portuguesa. El general Vicente Rojo, concibió una operación que, de haber tenido éxito, habría resultado en el corte de la retaguardia franquista en dos, dejando a Castilla y Andalucía aisladas la una de la otra. Nunca se llevó a cabo, y ello permitió a los franquistas, que a la altura de 1938 gozaban de una clara superioridad sobre los republicanos, concebir otro plan que, haciendo una pinza con avances simultáneos desde el sur y el norte, atraparían y destruirían a los defensores.
La operación duró menos de seis días, del 20 al 25 de julio. Los atacantes, unos 65.000, superaban claramente en número y en material a los defensores, unos 45.000. Pero no era una ventaja decisiva si los republicanos hubiesen estado bien entrenados, mandados, con moral alta y sus defensas fuesen sólidas. No era el caso. A pesar de episodios aislados de fuerte resistencia, los ejércitos del general Andrés Saliquet que avanzaron por el norte, y los de Gonzalo Queipo de Llano, provenientes del sur, consiguieron sin apenas bajas cercar a varias unidades republicanas, que perdieron unos 6.000 hombres. Las operaciones, celebradas por la prensa franquista como se puede ver en este periódico de Tánger, acabaron el mismo día en que comenzó la Batalla del Ebro.
Las autoridades republicanas culparon del desastre al coronel Ricardo Burillo, que fue relevado de puestos de mando. Su sino sería trágico. En marzo de 1939 se sumaría a la revuelta del coronel Segismundo Casado, pero acabó preso en Alicante unas semanas después cuando, como otras decenas de miles de republicanos, intentaba embarcar para ponerse a salvo. Sus antiguos compañeros militares fueron implacables, fusilándolo en julio de 1939. Entre otras cosas, se le acusaba de ser responsable de la muerte de José Calvo Sotelo en julio de 1936. Burillo, en efecto, era en ese momento el jefe del cuartel de Pontejos del que salieron los asesinos del político gallego, pero nunca se ha podido probar que tuviese nada que ver con lo ocurrido. Más que un acto de justicia, la ejecución de Burillo fue una venganza.