Acto especial de reparación en el Santuario de Carfin
Repository: Catholic Times
Source:
Source: Catholic Times. Courtesy of the Universe Catholic Weekly
Date Created: 1936-09
Type: Processions
Extent: 1 item
55.80634, -3.95484
El domingo 6 de septiembre de 1936, miles de miembros de la Antigua Orden de Hibernia llegaron a la Gruta Católica de Carfin, cerca de Motherwell, el corazón de la industria siderúrgica de Escocia. El santuario de Carfin fue creado a principios de la década de 1920 por el padre Thomas Taylor (inspirado en una visita a Lourdes) como centro de peregrinación y devoción católica. La construcción fue realizada por mineros del carbón locales desempleados. Los Hibernianos (una orden fraternal de católicos irlandeses) hacían procesiones anuales a Carfin, pero esta ocasión era algo diferente: en palabras del Secretario Provincial era un acto especial de reparación “a nuestro Señor por las atrocidades anticristianas acumuladas sobre Él en España por las turbas ateas”.
El día comenzó con la comunión en las iglesias parroquiales, después de lo cual nueve trenes especiales y una flota de ómnibus transportaron a los miembros de la orden y a sus seguidores desde todo Glasgow y el centro de Escocia hasta Carfin. La procesión, formada por filas de diez personas detrás de una austera pancarta en blanco y negro llevada por miembros de alto rango con todos sus galas, tardó una hora y media en cruzar las puertas de la Gruta. Las noticias de los periódicos afirmaron que entre 50.000 y 60.000 personas (miembros y simpatizantes) asistieron al evento. Aunque no se pueden verificar las cifras, los contemporáneos eran conscientes de que había ocurrido algo sin precedentes. Según uno, fue una de las mayores manifestaciones hibernianas celebradas fuera de Irlanda, mientras que, según otro, fue la mayor procesión “jamás conocida” en Carfin.
Dentro de la Gruta hubo un discurso del Padre Daniels de Bearsden, que se había formado para el sacerdocio en España, y se envió un telegrama al Papa. Daniels quiso dejar claro que no habían venido como un “partido político”, sino para orar por sus correligionarios en España, que estaban sometidos a un ataque “diabólico” a la religión, similar al de la Unión Soviética. Otros comentarios mostraron cómo los ataques a iglesias y sacerdotes tocaron una fibra sensible en la audiencia. Por ejemplo, el padre Daniels recordó la deuda que los católicos de Irlanda, Escocia e Inglaterra tenían con España por la educación de los sacerdotes a lo largo de tres siglos: ahora los papeles se habían invertido e Irlanda estaba “en la cresta de la ola… en la luz de la verdad y la libertad”, mientras España languidecía “en el pasaje… en el calabozo de la oscuridad”.
Este acto de reparación fue una movilización impresionante del sentimiento católico principalmente de la clase trabajadora y nos recuerda que el impacto de la Guerra Civil Española no se limitó de ninguna manera a los partidarios de la República. Los ataques a la Iglesia católica, de los que se informó extensamente (a menudo de manera escabrosa) en la prensa católica, no sólo fueron impactantes en sí mismos, sino que también evocaron recuerdos de la persecución de los católicos en Gran Bretaña e Irlanda en siglos anteriores. Sin embargo, también llama la atención que una movilización de esta escala no se repitiera durante la Guerra Civil, mientras el apoyo a la República crecía e intensificaba. En última instancia, fue el activismo pro-republicano lo que luego será recordado, mientras que estas manifestaciones católicas fueron en gran medida olvidadas.
TB