Luis Garrido Orozco
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Soy Luis Garrido Orozco. Nací en el año 1948 en un pueblecito del departamento de Charente-Marítima que se llama Corme-Ecluse. Mi padre era de Tornadizos de Ávila y mi madre de Madrid capital. Se conocieron, en el exilio, a principios de 1943 en la región de Marsella. Estudié en Burdeos, soy físico, y ahora vivo en Nantes.
Estos dos documentos yuxtapuestos proceden de los archivos del Ministerio de Defensa en Madrid. Se hallan en el expediente de mi padre, Albino GARRIDO SAN JUAN: sumario 112474 - legajo 4490. Esta indagación fue llevada a cabo por el Tribunal Militar Territorial 1º encargado de juzgarle. Mi padre, nacido el 5 de febrero de 1919, era muy joven al comienzo de la Guerra Civil española. Desde el principio, luchó para defender la República. El 28 de marzo de 1939, tras 32 meses de guerra, tuvo que entregarse a las tropas franquistas.
Tras una breve estancia en el campo del “Pantano de Cijara”, cerca de Castilblanco, fue internado, junto a miles de sus compañeros, en el terrible campo de concentración de Castuera, en la provincia de Badajoz. Los campos de concentración franquistas tenían una triple misión: clasificación de los prisioneros, represión y reeducación.
Los dos documentos presentados ilustran perfectamente cómo se pusieron en marcha estos procesos. El de la izquierda es la primera página del informe que el alcalde y el jefe de la Falange de Tornadizos de Ávila enviaron al jefe del campo de concentración de Cijara. En él enumeran las acciones contra el Glorioso Movimiento Nacional -así llamaban los militares traidores a su golpe de Estado contra la República- que imputan a mi padre. En el margen izquierdo de este informe destacan la palabra “Incomunicar”. Esta sencilla palabra expresa el resultado del análisis del caso de mi padre realizado por la comisión de clasificación del campo de Castuera.
Esta decisión de incomunicar se concreta en el documento de la derecha, por una letra “A” dibujada con lápiz rojo y por la asignación al barracón nº 80. Los presos que el nuevo régimen consideraba más peligrosos fueron encuadrados en la categoría A y, con el paso del tiempo, encerrados en el barracón nº 80. Era la antesala de la muerte. En los primeros meses de su funcionamiento, cientos de presos republicanos fueron asesinados en Castuera.
El 7 de junio de 1939, mi padre y una treintena de sus camaradas fueron sacados del barracón nº 80 y encerrados en otro barracón, más pequeño, ubicado cerca de la salida del campo. Entonces comprendieron que su fin era cercano. La inesperada oportunidad que iban a recibir tenía un nombre: Antonio VALVERDE FERRERAS. Este capitán acababa de ser nombrado jefe del campo de concentración y, con valentía, se opuso a estas ejecuciones extrajudiciales; iban a volver a la vida ordinaria del campo, hecha de privaciones, promiscuidad e incertidumbre sobre el futuro.
El 4 de enero de 1940, mi padre y 5 compañeros tomaron su destino en sus manos y escaparon de Castuera. Caminaron durante 79 días y, el 22 de marzo de 1940, cuatro de los fugitivos, entre ellos mi padre, consiguieron llegar a la frontera francesa por el puerto del Somport.