Marie-Françoise Pardillos Aznar, hija de Conrado
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Traduje los papeles de mi padre y pude reconstruir su itinerario.
Al pie de la página 1223, un nombre: Pardillos Aznar, un nombre: Conrado. Son suyos, el hombre de la foto, a la izquierda, joven, con las manos en los bolsillos.
El 27 de octubre de 1940 el tribunal militar de Teruel le registró como DESAFECTO y le condenó por “auxilio a la rebelión”. Tiene diecinueve años.
DESAFECTO: categoría donde se enumeran sujetos hostiles al franquismo y resistentes a cualquier arrepentimiento.
Ser DESAFECTO significa estar sujeto a vigilancia especial. Él, su familia también, sus amigos. Vigilados por el cura, los vecinos se animaron a denunciar.
Será el Reformatorio de Adultos de Alicante. Quizás en esta prisión conversó con Gabriel Celaya, quien afirmó que “La poesía es un arma cargada de futuro”. Quizás conoció a Miguel Hernández, quien escribió “Andaluces de Jaén”.
Anteriormente, estuvo encerrado en el campo de Albatera, tras la Última parte. A este lugar inhumano, el Auschwitz español, (ejecuciones, no más de cuatro comidas a la semana y condiciones sanitarias pésimas), fue trasladado allí, tras ser capturado por los fascistas en el puerto de Alicante.
Durante unos días, en medio de un caos total, quedaron atrapadas allí al menos 15.000 personas, entre el ejército republicano derrotado, familias, mujeres y niños. En la ciudadela que domina el puerto permaneció a pleno sol, sin beber ni comer. A partir de entonces, el hambre, su constante compañera, nunca lo abandonó.
Tras el Reformatorio, dos años de cárcel en Bilbao: “¡Estábamos cubiertos de piojos! “Lo transportaron allí en un tren similar a los que luego viajarían por toda Europa hasta los campos alemanes. Nada menos que ciento ochenta lugares de internamiento, prisiones o campos en toda España.
DESAFECTO, así quedó. Ni confesión. Ni conversión. Ni arrepentimiento. Sin embargo, es probable que le garantice una sentencia reducida,
Finalmente, habrá un batallón disciplinario de trabajadores en el túnel de Viella. Liberado a finales de 1945, puesto bajo arresto domiciliario con sus padres. Cruzado en la llanura de Valencia, mientras huía hacia Alicante, su padre le dijo: “No vayas allí, acabarás en el agua”. “¡Tenía razón, debería haberlo escuchado! » Pasaron entonces casi seis años.
La agencia local de colocación de presos liberados le consiguió un trabajo en una fábrica de ladrillos: doce, trece horas paleando tierra. Y todavía este hambre persistente. Entonces, esta pequeña niña de los vecinos que había orinado en el recipiente colocado en el suelo. "Date cuenta, se lo comieron de todos modos".
En 1948 se levantó la ley marcial. Sin decírselo a su madre, se fue. De granja en granja. Camina de noche. Duerme en edificios abandonados, bajo las estrellas. Alejarse de pueblos y aldeas, escondiéndose de los fascistas que se llevan para un paseíto a los que siguen denunciados.
Caminar, viajar... Había seguido a este grupo de anarquistas que pasó por su pueblo, en el frente de Aragón, en septiembre de 1936. Desde Teruel, dijo: "A veces estamos tan cansados que, incluso con las bombas lloviendo, dormir. “
En el horizonte, la silueta de las montañas ha crecido.
En la nieve, escondidos, esperaban: “Mañana antes del amanecer, cuando la guardia civil todavía esté durmiendo, cruzaréis”. Es julio de 1949.
En abril de 1964 volverá a las huellas de su historia. Buscará en vano el campamento de Albatera. No queda nada de ello. Hoy vería allí un monumento conmemorativo: cada año se celebra allí una conmemoración.