Bibliocausto
El franquismo desde sus orígenes fue un régimen represivo de exclusión ideológica y social. La represión cultural se basó en la quema y expurgo de publicaciones, en la censura editorial y en el control de la información, yla quema de libros en la retaguardia franquista fue una práctica habitual para aniquilar las ideas de la Anti-España. Las hogueras en las plazas de las localidades que se iban conquistando se convirtieron en un acto fundacional del Nuevo Estado. El fuego purificador debía acabar con la libertad de prensa y de pensamiento, que habían envenenado el alma y las mentes de los buenos españoles, según las autoridades militares y eclesiásticas. Tras el golpe de Estado del 18 de julio se desató el ruido y la furia contra las publicaciones de bibliotecas públicas y privadas, de editoriales, librerías y quioscos.
Estas prácticas recordaban a la Alemania de Hitler, a la quema sistemática de publicaciones organizadas por el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels. El gran impacto que causó la destrucción nazi en 1933 llevó a la revista estadounidense Time a hablar de bibliocausto y la revista neoyorkina, Newsweek, la calificó como holocausto de libros.
La primera disposición de la Junta de Defensa sobre la depuración de bibliotecas y el control de las lecturas fue la Orden del 4 de septiembre, donde se acusaba al Ministerio de Instrucción republicano de haber difundido obras marxistas entre la infancia. El Decreto de 13 de septiembre que declaraba fuera de la ley a las personas, partidos y agrupaciones políticas que formaron el Frente Popular, también incluía la incautación de sus libros y bibliotecas. El 23 de diciembre de 1936 la Junta Técnica del Estado promulgó un Decreto que declaraba ilícitas todo tipo de publicaciones socialistas, comunistas, libertarias, pornográficas y disolventes. Cabe destacar las similitudes entre este Decreto y un Bando anterior de Queipo de Llano, jefe del Ejército de Operaciones del Sur, sobre recogida y expurgo de libros. La persecución de los sublevados a los libros explica que uno de los primeros Bandos de Queipo, el número 25, del 4 de septiembre de 1936, abordase la ilicitud de impresos pornográficos y disolventes, así como la entrega de estos a las autoridades militares y el castigo a los infractores. Falangistas y militares se emplearon a fondo en la destrucción de todo tipo de publicaciones.
Con la toma de Madrid a finales de marzo de 1939, había llegado el momento de limpiar los libros de la ciudad, y de toda España, como muestra esta toma del Noticiario español, coloreado para el documental de 2021 de Manuel Menchón Palabras para un fin del mundo.
AMR