Crucifijos
Repository: Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, Alcalá de Henares, Spain
Repository: Museo de Zaragoza, Zaragoza, Spain
Contributor: Alfredo González-Ruibal
Source:
Fond or Collection
Alfredo González-Ruibal, “Intervención arqueológica en restos de la Guerra Civil en el término municipal de Rivas Vaciamadrid y sondeos valorativos en la Casa de Doña Blanca y entorno”, funded by the Municipality of Rivas-Vaciamadrid, 2018; International Brigades Archaeology Project, IBAP, 2015.
Date Created: 1937 to 1939
Type: Religious items
Extent: 1 item
Geographic Region: Rivas-Vaciamadrid (Madrid), Belchite (Zaragoza)
40.32406, -3.50362 , 41.28969, -0.74536
El crucifijo es un elemento omnipresente en la Guerra Civil. Lo encontramos en fosas comunes y en trincheras, en las líneas republicanas y las franquistas. Su ubicuidad es testimonio de un país todavía creyente, pese a la creciente secularización del primer tercio del siglo XX. No obstante, no debemos vincular los crucifijos automáticamente con la fe católica oficial: al igual que las medallas, podían ser recuerdos de un ser querido (una madre o una abuela) o un amuleto protector. Los dos crucifijos de la imagen aparecieron en contextos muy distintos: una posición sublevada en el entorno de Belchite (Zaragoza) y una republicana del frente de Madrid.
El primer crucifijo salió a la luz en una trinchera de primera línea que defendía el acceso a Belchite por el seminario menor, situado a dos kilómetros al sur de la localidad. En esta posición se encontraba acantonada una unidad de ideología carlista, el Tercio de Almogávares, que había sido creada en Zaragoza el 1 de octubre de 1936. Al poco de su establecimiento realizó una peregrinación a la basílica de la Virgen del Pilar y una vez acantonada en Belchite participó en diversas procesiones, prueba de la importancia que la religión desempeñaba entre estos requetés. Lo mismo sucedía con el resto de las tropas carlistas, que acudían al combate con grandes cruces, vivas a Cristo Rey y con el pecho cubierto de medallas religiosas. El asalto a Belchite comenzó el 24 de agosto, en el contexto de la ofensiva republicana contra Zaragoza. Los requetés defendieron la posición del seminario con extremada tenacidad y los supervivientes no se retiraron hasta el 30 de agosto, tras haber perdido el 75% de sus efectivos. Testimonio de los brutales combates es el suelo de la trinchera, que apareció tapizado de munición durante las excavaciones arqueológicas. Entre los montones de casquillos, cartuchos y balas se encontró el solitario crucifijo, sin duda perdido por uno de los soldados caídos en los combates. Los casquillos y la cruz son una potente metáfora del pensamiento carlista.
El segundo crucifijo apareció en una zona de refugios republicanos en el sector del Piul (Rivas, Madrid), una posición que controlaba el acceso a la capital por la carretera de Valencia. Aunque la zona se encuentra en el límite septentrional de la Batalla del Jarama, no vio acciones de relieve desde febrero de 1937. Las fortificaciones en este sector se construyeron a fines del año 1938 y en ellas se encontraron estacionados soldados de la 36 Brigada Mixta de la 18 División. Al contrario que los almogávares de Belchite, eran tropas de leva sin particular compromiso ideológico. El mismo objeto, pues significaba cosas muy distintas a un lado y a otro de las línea del frente: una causa política para los carlistas, una creencia íntima y personal entre los reclutas republicanos. El crucifijo del Piul es de buen tamaño y sin duda no pasaba desapercibido a sus camaradas. Muchos de ellos, sin duda, también llevaban cruces y medallas.